Parashat Bamidvar
24 de Iyar 5774 No
969
Por encima
del número
Rav David
Landau
Nuestra Parashá habla
de
números y censos, y en la Haftará
está escrito: “Y será el número de los Hijos
de Israel como la arena del
mar, y no se medirá ni se contará” (Hoshea 2:1). Ese es
un tipo de número que
no puede ser medido, un número por encima de los números.
En Am Israel (el
Pueblo de Israel) hay un aspecto elevado, que se encuentra por encima
de todos
los números, algo celestial, profundamente interno, Divino.
Cuando todos nuestros cálculos parten del resplandor
auténtico que tiene
su origen en la luz de D’s, entonces es aclarado que se trata de un
número por
encima del concepto numérico en sí. Solo en base al
vínculo con la
Palabra de D’s que nos da
vida y se manifiesta dentro nuestro cabe comprender los aspectos
prácticos y
técnicos con profundidad, algo similar a lo que dijeron nuestros
sabios que “el
Aron no es parte de la medida”. El Aron HaKodesh (El
Arca) se
encuentra por encima de las leyes de la geometría y del
número [según las
dimensiones, el Aron HaKodesh no cabe en el lugar donde debe
encontrarse, y al respecto dijeron nuestros sabios que a pesar de ello
él
cabía. N. del T.]. Todo eso partiendo de la pertenencia y
vinculación plena del
pueblo elegido con D’s. Hay que acostumbrarse a observar lo que nos es
hecho,
encontrarse con D’s. Hay que observar todo el proceso, desde el
principio hasta
el final, y acostumbrarse a ver cómo D’s se manifiesta dentro de
la historia.
También en nuestras generaciones, hay que acostumbrarse a ver la
mano de D’s
que nos lleva. Hay que añadir raciocinio, hay que añadir
conocimiento de D’s.
La elección Divina del pueblo y la tierra es absoluta y eterna,
a pesar de
todas las complicaciones. Y de esa forma, llegamos al primer
versículo de la
Haftará: “Y será
cuando se les diga ‘no sois Mi pueblo’, se les dirá ‘hijos del
D’s viviente’”
(Hoshea 2:1).
Y también en nuestra Parashá, cuando se ordenan
los distintos niveles
de las tribus de Israel en base al censo, los números y los
cálculos, hay un
aspecto por encima del número, celestial, que “el Eterno es su
patrimonio”
(Dvarim 10:9), una parte especial de Clal Israel (la totalidad
genérica
del Pueblo de Israel). Es parte de Am Israel, pero se encuentra
por
encima. “Pero los leviitas no fueron contados dentro de los Hijos de
Israel”
(Bamidvar 2:33). Algunos versículos más adelante es
aclarado el punto: “Y le
dijo el Eterno a Moshe para decir, acerca a la tribu de Levi y haz que
se pare
delante de Aarón el Cohen para que le sirvan. Ellos
custodiarán el cargo
de él y el cargo de toda la asamblea delante del Oel Moed
para
desempeñar el servicio del Mishkan” (Bamidvar 3:5-6).
Nos encontramos
con distintos niveles de kdushá (santidad) en el culto a
D’s. El centro
de la nación es el Beit HaMikdash, donde se encuentran
los Cohanim (sacerdotes)
que se ocupan del culto a D’s, que educan y enseñan, como
está escrito:
“Enseñarán Tus leyes a Iaacov” (Dvarim 33:10), y se
ocupan de la Torá
como la
expresión: “Para que se fortalezcan en la Torá
de D’s” (Divrei HaIamim Bet 31:4),
que actúan en base al origen de la Torá,
esa Torá que está escrita en el Aron
HaKodesh – el utensilio que es la base de todo el Beit HaMikdash.
Y
es también el testigo interno que la Shjina se
encuentra en Am Israel, en todos los
niveles de Clal Israel, hasta el nivel especial de los que
trabajan en
el Beit HaMikdash en el culto Divino, y en base a ello brillan
y
alumbran e influyen una abundancia espiritual, “Mi espíritu que
está sobre ti”,
a todo Clal Israel, desde ese entonces hasta hoy en día
(según Sijot
HaRav Tzvi Iehudá, Bamidvar pág. 17-21, 33-34, Bereshit
pág. 335).
Ierushalaim
Rav
Shlomó Aviner (LeMikdashej
Tuv, pág. 219)
Ierushalaim es el corazón de Am
Israel (Tikunei Zoar 21. HaGr”a 56).
Es el centro de todas las fuerzas de vida de la nación:
Espirituales,
nacionales y humanas. Es nuestra capital espiritual, gubernamental y
moral.
Ierushalaim es más kdoshá (santa) que
todo Eretz Israel (Kelim 1:1), todos tienen
el derecho de ir a vivir a ella (Ktuvot 110B), lleva el nombre de D’s
(Baba
Batra 75B), y como dijo nuestro gran Rav, el Ramba”m, toda ella es
considerada Mikdash (El Templo). En estos días
en
que los gentiles la codician - “y sucederá que en aquel
día haré que sea
Ierushalaim una piedra pesada a todos los pueblos, todos los que
cargaren con
ella serán malamente lastimados, aunque se juntaren contra ella
todas las
naciones de la tierra” (Zjaria 12:3) - debemos recordarnos y hacer
recordar a
los demás que Ierushalaim en su totalidad es nuestra. Si bien es
cierto que no
penetramos en el lugar donde fue erigido nuestro Beit
HaMikdash (El Templo), no lo hacemos porque lo hemos olvidado,
D’s no lo permita, sino que por el contrario, por santo temor. Gracias
a la
bondad Divina nos elevamos, nos glorificamos y nos santificamos, “por
la causa
de Tzion no guardaré silencio, y por la causa de Ierushalaim no
descansaré,
hasta que surja como resplandor su salvación y su prosperidad
como antorcha
ardiente” (Ishaya 62:1).
El 28 de Iyar del 5727, gracias al
valor y el sacrificio de toda la generalidad de Am Israel,
fuimos meritorios de volver a Ierushalaim, y en ese
sublime episodio histórico, se dieron tres sucesos que en
realidad son uno: La
soberanía Israelí sobre la mayoría de nuestra
tierra, la liberación de
Ierushalaim y el renacimiento del judaísmo en Rusia y el anhelo
de hacer aliá (emigrar a Israel) de cien mil
judíos de los abismos de esa galut (exilio).
Para que todos sepan que la plenitud del pueblo, de la tierra y de
Ierushalaim es
una sola unidad, y en nuestra generación debemos añadir
valentía y vigor en
esos tres campos. Para que todos sepan que no hay aquí “Barrio
Musulmán”,
“Barrio Cristiano”, “Barrio Armenio” o internacionalización,
sino que hay aquí
una sola Ierushalaim, que nos pertenece en su totalidad, que no fue
dividida
entre las tribus en la época de la conquista de Eretz
Israel (Meguila 26A), y fue edificada con el aporte de todas
las tribus (Midrash Tehilim 122), y en su reconstrucción se
vuelven a reunir
todos los exiliados de Am Israel
(Brajot 49A). Ella es la ciudad que une a todo Am Israel
(Tehilim 122:3), que amiga a todo Am Israel (Talmud
Ierushalmi, Jaguiga 3:6). Y tras las piedras de
nuestro muro, se esconden los tesoros de la vida de la Nación de
Israel, a lo
largo de todas las generaciones. “Ierushalaim será reconstruida
cuando Am Israel la anhele al máximo, y se
apiaden de sus piedras y su polvo” (HaKuzari 5:26).
Nuestro derecho histórico-moral
sobre Ierushalaim no fue abolido por el hecho que los extranjeros se hayan
apoderado de ella durante generaciones, nunca cesamos de oponernos a
esa cruel
usurpación y permanecimos vinculados con ella. Por ello, todo el
que apoya de
alguna forma que manos ajenas se adueñen de alguna parte de la Ierushalaim
histórica,
está justificando una injusticia moral. Es más,
“Ierushalaim es la luz del
mundo” (Bereshit Rabah 59:5), de ella surgió para todo el mundo
el resplandor
de la moral de Am Israel, y nuestro
derecho a ella está vinculado con esa influencia moral: Por
ello, toda
adueñación ajena de Ierushalaim es una injusticia para
con el origen de la
moral de todo el mundo.
Volvimos a nuestra casa de acuerdo a
la orden Divina, según “la promesa Divina, escrita con acero y
sangre” (Orot,
Israel Utjiato 20). Ese hecho histórico no podrán
cambiarlo todos los reyes del
Oriente o del Occidente: “La eternidad, es Ierushalaim” (Brajot 58A),
ella está
por encima de todos los cambios y complicaciones, su eternidad es “el
Eterno de
Israel no mentirá ni mudará de propósito” (Shmuel
Alef 15:29). No abandonaremos
a Ierushalaim y continuaremos construyéndola y
construyéndonos en ella, gracias
a las maravillas que D’s hace para con Su pueblo y Su herencia.
La kdushá
del Kotel
Rav
Shlomó Aviner
1. Cuando se habla del Kotel HaMaaravi (el
Muro de los Lamentos)
se debe hablar con santo respeto, como el Mahari”l Diskin que no se
atrevía a
acercarse a él. O como nuestro Rav, el Rav Tzvi Iehudá
Kuk que rezaba allí sólo
en ocasiones especiales de elevado valor espiritual, y entonces
temblaba de
santo respeto - y también continuaba temblando dos horas
después de haber
vuelto a su casa.
2. Y por supuesto que no se lo debe ofender
diciendo que vale menos que el Har HaBait (el Monte
del Templo). El Kotel en su generación es como el
Beit
HaMikdash (El Templo) en su
generación. Ahora, el Kotel es como nuestro
Beit
HaMikdash.
3. El Kotel aparte de ser una de las murallas del Har
HaBait también
fue consagrado por los rezos de Am Israel (el Pueblo
de Israel), por
el sacrificio de Am
Israel y por los anhelos puros
de Am
Israel – de
forma que es el Beit
HaKneset (sinagoga) más
elevado de Am
Israel.
4. "La Shjina (manifestación de la Presencia Divina)
no se aparta del Kotel" – no fue dicho respecto al muro del Beit
HaMikdash sino que respecto a
nuestro Kotel, como lo demostraron los sabios de Israel. La
discusión y disputa histórica-nacional no debe penetrar
en los campos
relacionados con la halajá o la Emuna (fe), sino
que debe quedarse en su ámbito con humildad. De lo contrario,
también perderá
su valor singular.
5. El Har HaBait nunca fue un lugar para
rezar o un lugar para distintas ceremonias religiosas, y estaba
prohibido
entrar allí para algún otro fin aparte del culto en el Beit
HaMikdash o su
construcción. Y el Rav Kuk vislumbró – como está
escrito en el
libro Shu”t Malki
BaKodesh – un gran Beit
Kneset conjunto
de toda la nación, al costado del Har HaBait,
en el Kotel.
6. Las halajot relativas al Har HaBait
no son para un Rav tal o
cual, sino que la autoridad que debe determinarlas es la Rabanut
HaRashit (el Supremo Rabinato) de Israel,
un cuerpo genérico de todo Israel. Y la determinación que
no se debe entrar
allí no es sólo la opinión de ese cuerpo – y cada
uno la acatará o no – sino
que es una decisión categórica del “juez que habrá
en tus días”.
7. El lugar del Beit
HaMikdash y el Har HaBait no es un asunto de
conquista nacional, presencia y colonización, como las
demás partes de Eretz
Israel (la Tierra de Israel),
sino que
como su nombre lo indica ese es el lugar del Beit HaMikdash y el monte del Beit
HaMikdash, y todo él es
el elevado kodesh (santo) de la manifestación de la Presencia Divina.
8. El Kotel es el pasillo, y el Beit HaMikdash es la mansión. No se debe
llegar a la mansión sino que pasando por el pasillo que la
antecede, cuando las
millones de luces de la mansión alumbran al pasillo.