Alumbrar

basado en materiales de Majón Meir

Parashat Noaj     1 de Jeshvan 5775     Rosh Jodesh     No 990

El arca salvadora
Rav Zeev Karov
(reimpresión)

Dos veces estuvo el mundo a punto de ser destruido. La primera vez fue en la época de Noaj: Cuando D's se dispuso a hacer caer el Diluvio, el mundo estuvo a punto de ser destruido desde el punto de vista material. La segunda vez fue en la época de Paró (el Faraón egipcio): Cuando Paró decretó que "todo hijo que naciere lo echaréis al río" (Shmot 1:22) y de esa forma pretendió extinguir a Am Israel (el Pueblo de Israel), el mundo estuvo a punto de ser destruido desde el punto de vista espiritual. En ambas oportunidades, fue el arca que salvó al mundo: En la época de Noaj, el Arca de Noaj, y en la época de Paró, el arca de Moshé (donde fue depositado para ser escondido).
¿Qué hay en el arca, que la hace tan importante para la salvación del mundo?
En el mundo está grabada la aspiración por la unidad. Existe un ansia oculta de ver el mundo unificado, como una sola unidad. Ese anhelo, de elevarse por encima de todas las diferencias que separan, se encuentra en la base de nuestra Torá, "y afluirán a él todas las naciones" (Ishaya 2:2), "la humanidad se merece unirse toda en una sola familia, y entonces cesarán todas las luchas y todas las malas virtudes que emanan de la división en pueblos" (Rav Kuk, Orot). No sólo la humanidad se unirá, sino que también "y habitará el lobo con el cordero" (Ishaya 11:6). Pero ese anhelo universal tiene que ser aclarado y edificado por un largo y profundo camino, que no es posible acortar.
Noaj vivió en un mundo en el que todavía no existía un "pueblo elegido", un mundo que - a primera vista - es más equitativo y más unido, y a pesar de ello, Noaj era un tzadik (justo) particular, para sí mismo. Pero Avraham vivió en un mundo en el que había un pueblo elegido, había una persona que fue elegida de entre los demás y se encuentra bajo un título separatista. Y él, a pesar de ello, es el que es sensible a toda la creación, y se preocupa incluso de las personas de Sdóm y Amorá.
En la concepción universalista, hay algo que borronea y corrompe, desde el punto de vista moral. Borronea, porque le permite a la persona escaparse de su esencia y su misión particular en el mundo. Cuando las personas dicen "yo soy como todos", no piensen tanto en cuanto a su vida, sus acciones y su responsabilidad, y esa concepción les permite justificar todo fracaso o inmoralidad en la atmósfera general. Corrompe, porque no se pude vivir como si no hubiese ninguna diferencia, como si "toda la congregación, todos ellos son santos" (Bamidvar 16:3): Todos saben y tienen claro que existen diferencias entre los animales y los hombres, y también está claro que existen diferencias entre las personas. El intento de no tomar en cuenta las diferencias entre las distintas criaturas y hablar de igualdad, nos conduce forzosamente a discriminaciones antojosas y falsas, no a discriminaciones basadas en ideales y en la moral, producto de la aclaración de la realidad e identificación de la verdad.
Por eso encontramos que en la Torre de Babel, cuando intentaron producir una unión y universalidad ficticias, llegaron a la máxima perversión: Cuando una persona caía y moría, ni siquiera era lamentada, pero si un ladrillo caía, ellos lloraban. Así dice el Rav Kuk: "El sentimiento de anchura de corazón, que quiere contener todo el mundo... necesita ser aclarado... a veces, ese amplio amor es producto del entumecimiento del sentimiento y el palidecer de la luz del kodesh (santidad)... y entonces, es venenoso, y el contenido de sus acciones está colmado de terrible destrucción".
También en nuestros días, podemos ver y escuchar quienes ensalzan la universalidad en sus bocas, pero es una universalidad estrecha y sumamente limitada. Por ejemplo, hay quienes hablan de querer vivir en armonía con los árabes, escucharlos e identificarse con su angustia, ¡pero no están dispuestos a hablar con mitnajalim (judíos que viven en los asentamientos) o jaredim (ultra-ortodoxos)! Eso es un borroneo y perversión que emanan de la falta del recogimiento profundo dentro del arca personal y nacional.
Por un lado, no es posible unificar el mundo de forma que todos sean iguales, y por otro lado, no es posible crear separaciones según los caprichos humanos, sean cuales sean. Para llegar a un mundo auténticamente unificado, hay que aclarar con detenimiento y ciertamente qué es el factor de unión auténtico del mundo, y cuál es la particularidad de cada criatura. Esa aclaración, sólo puede lograrse con la ayuda del Creador, que creó al mundo y todos sus detalles. Ese es el recogimiento en el arca. El encuentro con el mundo debe ser producto de la profunda aclaración de la raíz del hombre y de la nación, y sólo sobre la base de ese recogimiento es posible abrir un ventanal a todo el mundo. Justamente el recogimiento en el arca es lo que salvó al mundo de su destrucción: Sólo cuando seamos lo que tenemos que ser, podremos vincular y unir a toda la humanidad.
Por eso, la fiesta de Sucot - que expresa la unión ente Am Israel y los demás pueblos del mundo, cuando nosotros ofrecemos 70 reses, equivalente a los 70 pueblos del mundo - es el último de los Shloshet A Regalim (las tres fiestas en las que se debe llegar a Ierushalaim). Para llegar a Sucot con plenitud, es necesario pasar antes por la fiesta de Pesaj y la fiesta de Shavuot, que expresan la singularidad de Am Israel. En Pesaj, Am Israel se separó y se apartó de Egipto y de los pueblos del mundo, y en Shavuot recibió su Torá, la Torá particular de él - la Torá que es llamada Torat Moshé (la Torá de Moshé). Y sólo entonces, al final de ese proceso, podemos hablar de la materialización de las profecías de la unión, "y afluirán a él todas las naciones".

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La división de la humanidad
Rav Shlomó Aviner
(Tal Jermón, Torá, Pág. 28)

En base al pecado de Noaj y su ebriedad, es aclarada la división básica de la humanidad: Shem, Iefet y Jam. El kodesh (lo santo), lo laico y lo impuro.
Shem es el kodesh: “Bendito es el Eterno, D’s de Shem” (Bereshit 9:26). Él es el encargado de lo interno, del alma de la realidad, D’s mora dentro suyo, él es el creyente que está vinculado y unido con lo que está por encima de la existencia, con el contenido interno del mundo. Y nosotros, Am Israel (el Pueblo de Israel), somos la punta de lanza de Shem, la continuación de su camino en el mundo. Malki-Tzedek - que era el anciano Shem (Bereshit Rabah 56:10) - era “sacerdote del D’s supremo” (Bereshit 14:18), y por supuesto, es el rey de Ierushalaim. Él se encuentra con Avram y lo bendice: “Bendito es Avram para el D’s supremo” (Bereshit 14:19). Ese D’s, que es elevado, abstracto, espiritual, es también el creador del cielo y la tierra, es decir, el Señor de todas las fuerzas. Ese es el patrimonio de Shem. Él trae pan y vino, y de esa forma Malki-Tzedek le trasmite ese papel a Avram. Finalmente, luego de nueve generaciones él encontró un hombre que podrá continuar su función en el mundo: “Le reveló las halajot del sacerdocio, le reveló la Torá” (Bereshit Rabah 43:6, véase Nedarim 32B).
Iefet es lo laico: “Que D’s ensanche a Iefet” (Bereshit 9:27). Él se ocupa del ensanchado del aspecto material, del perfeccionamiento del mundo. Su tema es “matemática, física, metafísica y también música”. Todas sus ocupaciones son en el plano de la existencia, de lo laico. También la metafísica de la que él habla es en el campo del conocimiento humano de los fenómenos del mundo laico, en contraste con Shem que se ocupa de la fe en D’s, de lo que se encuentra por encima de la existencia material.
Pero de todas formas, no hay un antagonismo entre Shem e Iefet, no hay una contienda entre el kodesh y lo laico. En base a la fe, partiendo de lo interno, también se puede llegar al ensanchamiento de la cultura humana y desarrollo del mundo: “Que D’s ensanche a Iefet, y resida en las tiendas de Shem” (Bereshit 9:27).
En contraste a Iefet, Jam es problemático. Él es un poco “impulsivo” en sentido negativo, corrupto en el plano de las relaciones sexuales. Es la parte de la impureza en la humanidad. Frente a él no hay compromisos. No hay ninguna vinculación entre el kodesh y la impureza: “El Eterno tendrá guerra con Amalek de generación en generación” (Shmot 17:16).

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