Alumbrar

basado en materiales de Majón Meir

Parashat Vaiakhel - Pekudei     27 de Adar 5767     Shabat HaJodesh     No 608

Arte y fe
Rav Lior Engelmann

Junto con el regreso de Am Israel (el Pueblo de Israel) a su tierra, surgió la creatividad artística israelí. Al principio ella fue patrimonio de los apodados “jofshiim” (libres: Judíos laicos) - y el arte fue atrapado por los hechizos de la secularidad. Los artistas se sintieron totalmente libres para hacer todo lo que se les ocurrió y expresar todo lo que sintieron - sin necesidad de discriminar entre impuro y puro, entre bueno y malo. La libertad de expresión se convirtió en la liberación del mundo de su Creador, la emancipación del israelí de su emuná (fe). El artista no vaciló en atacar – a través de su obra – todo lo santo para nuestro pueblo.
Los artistas son los que transforman los pensamientos de los intelectuales en patrimonio de todo el público. En la sociedad secular se destaca su papel como el travesaño central, que aúna los pensadores con el público general – y justamente entre las personas creyentes, tal parecería que hubiese un abismo entre los que estudian en el Beit HaMidrash (centro de estudio de la Torá) y el público general. Un abismo de falta de creatividad artística. La potencia que se esconde en el arte era amenazante a los ojos de las personas creyentes, y entre ellas la creatividad artística era pobre. La mayoría de los cantos jasídicos los escribió el rey David, les compuso música Rav Shlomó Karlibaj - y otros campos de creatividad, no había...
En los últimos tiempos, somos testigos del comienzo de una revolución: El público creyente siente la necesidad de creaciones artísticas distintas, un anhelo que no es saciado por las obras de arte seculares. Y al mismo tiempo surge un espíritu de creatividad artística que se revela en muchos. Cuando surge un espíritu de ese tipo en las almas de los artistas, es una señal que la Torá no puede continuar encogida sólo en el Beit HaMidrash, entre libros y letras: La Torá vive y arde, desea irrumpir y revelarse, desea encontrar su camino - del corazón del artista al mundo – a través del baile y los cantos, de la música y los dibujos.
Por lo visto, para ser acreedor del título “Artista Creyente” no alcanza con una kipa coronando la cabeza y cuatro flecos al viento: Es necesario una gran y profunda reflexión antes de comenzar a crear. El arte es nombrado en nuestra Torá kdoshá (santa) en entornos antagónicos: Por un lado, el arte aparece en los Diez Mandamientos en forma negativa, como dice el versículo “no harás para ti escultura, ni forma alguna de lo que está arriba en el cielo, ni de lo que está abajo en la tierra...” (Dvarim 5:8). Por otro lado, encontramos en nuestra Parashá al artista Betzalel como una figura central en la edificación del Mishkan (Tabernáculo): “Ved que el Eterno ha llamado por nombre a Betzalel, hijo de Uri, hijo de Jur, de la tribu de Iehudá, y le ha llenado del espíritu de D’s, en lo relativo a sabiduría, inteligencia y ciencia, y toda suerte de artesanía” (Shmot 35:30). Hay un arte que es como un dios ajeno, y hay un arte que es como la manifestación de la inspiración Divina, un arte de emuná. Es difícil desentenderse de la similitud de ambos términos - umanut (arte) y emuná - y debemos identificar el vínculo entre ellos.
El arte, en principio, es capaz de elevarse por encima del presente. El creyente tiene la facultad de mirar una situación determinada desde un punto de vista de eternidad y continuidad. Estamos acostumbrados a que los artistas son pasajeros en forma extrema: El artista promedio logra crear su obra sólo en una circunstancia determinada y en un lugar determinado, depende de la “inspiración” que siente en un momento dado. Los pintores acostumbran a firmar con su nombre y con la fecha, como diciendo “en este momento”. El artista de emuná no se “hunde” en un momento determinado: Es cierto que puede – e incluso debe – expresar las dificultades de una realidad determinada, pero también es capaz de esbozar con su pincel líneas de esperanza y optimismo, que emanan de la convicción de la bondad del Creador y Director del mundo. El artista de emuná se adhiere a la eternidad, a lo estable, y no le permite a los cambios estacionales y cambios de humor convertirse en el todo. La creación artística del artista de emuná es una imagen de sí mismo, y de momento que él mira al mundo con ojos buenos, también su creación artística irradia emuná y bondad a todos los que la contemplan.
En el prólogo a su libro (Agam – Emuná VeIahadut) escribe el escultor Iaacov Agam que la prohibición “no harás para ti escultura, ni forma alguna” se refiere principalmente al dibujo de D’s mismo como una
escultura, como una realidad estática - y por lo tanto todo el mundo como un maniquí sin movimiento, carente de la posibilidad de desarrollarse y avanzar. El artista que tiene emuná, que cree con certeza que el mundo va progresando, que es capaz de avanzar en el plano de los valores y la moral – no hace un maniquí. La Gmará describe a Betzalel como un director – es decir, un líder. En su libro “Ein Ayá” explica el Rav Kuk que todo el que miraba la creación artística de Betzalel, no sólo que no se hundía en su aspecto físico, sino que por el contrario, se elevaba y se colmaba de emuná.
En cuanto al Becerro de Oro, dice la Torá: “Se han apartado pronto del camino que Yo les prescribí, se han hecho una máscara fundida” (Dvarim 9:12). El artista secular invierte toda su atención en el material que es visto – y de esa forma su creación se convierte en una máscara, un velo que separa al mundo de su Creador, una cortina entre la creación y el que la creó. El artista de emuná logra esbozar con líneas suaves de bondad el encuentro entre la creación y su Creador, quita la máscara y nos acostumbra a través de su creación artística a observar al mundo y a su Dueño de una sola mirada plena. “La habilidad auténtica del artista, cuando se encuentra en la cúspide... reconocer la profundidad de la naturaleza de la realidad, ya sea su aspecto material como su aspecto espiritual, y la relación de todas sus partes, espirituales y materiales” (Ein Ayá, Brajot). Los artistas se caracterizan por su capacidad de diferenciación exacta, hasta los más ínfimos detalles. Un artista nunca permanecerá indiferente cuando alguien intente cambiar algo de su obra, incluso una pequeña línea. El artista de emuná logra ver al mundo de esa forma, como la obra del Artista Divino, a la que debemos allegarnos con santo temor para no arruinar nada en ella, ni un pequeño detalle.
En primer lugar, el artista crea de sí mismo, descubre a través de su obra – canto, escritura, baile y escultura – distintas capas de su personalidad, que la palabra medida no es capaz de expresar. De la misma forma que las palabras de una persona pueden revelar una gran y rica verdad, pero pueden convertirse en un arma dañina, también la obra de arte es un arma de doble filo. De momento que no se puede convertir en un artista de emuná “de la boca para afuera” – porque un arte de ese tipo es hipócrita y falto – el que quiere crear obras de arte con emuná, debe colmar su ser con una gran emuná en nuestra auténtica Torá que arde en su interior, y es la fiel garantía que su obra será kdoshá (santa).
Que D’s nos haga merecedores de elevados artistas, cuya obra se encuentre “a la sombra de D’s”, artistas de emuná.
Este artículo es dedicado en memoria de Adi Jaia Diamant z”l – una artista colmada de emuná. 

Midreshet Majón Orá

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Los sueños
Rav Shlomó Aviner

Según la concepción del Ramba”m en cuanto a la interpretación de los sueños (More Nebujim 2:36-38), durante el día la persona es inundada por la secuencia de las acciones, la información y las distintas sensaciones – importantes, y también las que no lo son. En la noche, todo lo superfluo se desvanece, y quedan sólo las aspiraciones principales de la persona. De esa forma, sólo lo realmente importante surge en el sueño. Por las inquietudes del día es difícil ocuparse sólo de lo importante, pero cuando llega la noche – no hay más preocupaciones banales, y quedarán sólo las preocupaciones importantes: Es decir, lo que realmente preocupa e inquieta a la persona. Por supuesto, no se debe interpretar esa ciencia en forma tan sencilla ya que es muy profunda: Nuestros sabios nos advierten que el sueño se encuentra envuelto de metáforas abstractas y vestiduras especiales (ver Brajot 56-57). Existen dos tipos de sueños: El primer tipo “un sesentavo de profecía” (Brajot 57B). Y el segundo tipo “sueños falaces” (Zjaria 10:2, Brajot 55B). Ellos nos dicen que el primer tipo, es un sueño inducido por un ángel, y el segundo es inducido por un demonio (Brajot 55B). El Ramba”m (More Nebujim 2:37) nos explica que en esencia es lo mismo, y de una forma u otra, el sueño que la persona ve es una expresión de su contenido interno.
El relato del sueño de Paró (El Faraón) y la interpretación de Iosef nos enseña mucho respecto a ese tema. Paró – que era una persona seria – de momento que estaba preocupado por la economía de su país soñó algo afín, y de esa forma le fue interpretado el sueño. Nuestro patriarca Iaacov soñó con una escalera que se encuentra apoyada en la tierra y llega hasta el cielo, ya que en ese momento esos eran sus pensamientos – cómo hacer una “escalera” que llegue al cielo?.

Paró, que se preocupaba por la economía de su país, soñó con ello, y llegó Iosef e interpretó su sueño justamente de esa forma – pero partiendo de la base del Temor a D’s. Paró se conmociona: “Y envió llamar a todos los magos de Egipto y a todos sus sabios, y contóles Paró su sueño, mas no hubo quien se lo interpretase a Paró” (Bereshit 41:8). “Lo interpretaban, pero no ‘a Paró’ – él no los escuchaba, su interpretación no lo tranquilizaba. Le decían: Te nacen siete hijas, y luego entierras siete hijas. Conquistas siete países, y luego siete países se rebelan” (Bereshit Raba 89:6). Paró rechaza esas interpretaciones: Él siente que su sueño no habla de algo personal (hijas), ni tampoco de un acontecimiento histórico pasajero (países), sino que algo que tiene que ver con la esencia de toda la forma de vida de Egipto. Pero interpretaciones de ese tipo – no le fueron dichas.
Es extraño: La interpretación de Iosef parece ser tan lógica y tan sencilla!. Todos sabían que el Nilo es la fuente del sustento de Egipto, y se puede comprender de acuerdo a eso qué simbolizan las siete vacas y las siete espigas. Por qué no lo pensaron antes los sabios de Egipto?. Nuestros sabios nos insinúan que había quienes conocían la interpretación auténtica pero temían, porque los egipcios no serán capaces de asimilar algo así: Se trata de una revolución de todos sus conceptos. Para los egipcios el Nilo es la fuente de vida, es el dios. Los ciclos de la naturaleza son el dios, que entregan la vida y el sustento. También existe un dios encargado del bien y del mal, un dios moral y espiritual, pero no tiene nada que ver con la economía. Hay dioses determinados que dirigen la naturaleza física, y hay otros dioses que se encargan del mundo moral. El bien y el mal se encuentran fuera del marco económico.
Iosef – es un muchacho “ivri” (hebreo), se encuentra más allá del río, por encima del mundo de conceptos común y corriente. Como dijeron nuestros sabios: “Todo el mundo en una orilla del río, y Avraham en la otra orilla” [en hebreo, “ever” es también “orilla”. N. del T.]. Y él les hace saber: “Lo que D’s va a hacer, lo ha mostrado a Paró” (Bereshit 41:28). Existe una fuerza Divina que se encuentra por encima de la naturaleza y la subyuga, la naturaleza no es una fuerza independiente. El D’s abstracto espiritual, el D’s del bien y del mal, ese es El Eterno, que también es El Señor – amo de todas las fuerzas. No hay dos mundos – material y espiritual – que no están unidos: El bien y el mal se encuentran dentro del sistema económico, como nos dice la Torá: “Y sucederá, que si oyereis atentamente Mis mandamientos... os daré la lluvia de vuestra tierra en su tiempo” (Dvarim 11:13). Iosef, que conoce la verdad que se esconde tras el sueño, dice esa verdad. Y sus palabras producen en el corazón de Paró toda una revolución: “Hallaremos, acaso, un hombre como éste, en quien está el espíritu de D’s?” (Bereshit 41:38).

Departamento ibero-americano

Majón Meir abrió sus puertas para alumnos ibero-americanos de habla hispana y portugués, y te invita a tener esta experiencia única de estudiar Torá en su ambiente tan especial en la ciudad de Ierushalaim.
El programa - dirigido por el Rav Rafael Spangenthal - está destinado para jóvenes de diecisiete años en adelante que desean reforzar su identidad judía por medio del estudio de la Torá en un marco agradable, que enfatiza el valor de nuestros lazos con el pueblo, la Torá y la Tierra de Israel.
Para aquellos que lo deseen, existe también en el Majón un ulpán de hebreo bajo la órbita del Ministerio de Educación.
Para más información los invitamos a llamarnos o escribirnos:
Director del Departamento ibero-americano
Rav Rafael Spangenthal
Tel.: 972-8-9285216
Cel: 972-52-4501467
E-mail:
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