Alumbrar

basado en materiales de Majón Meir

Parashat Matot - Masaei     2 de Av 5778     1177 

Lo que pasó
Rav Lior Engelmann

Los primeros meses después de lo que pasó, casi no comimos. El pan nos recordaba el pan de allí, y eso sin mencionar la carne asada y las croquetas de sémola. Alcanzaba con el olor de la carne asada para hacernos recordar esos días – los días en que yo era el “hijo de”. Papá, Pinjas Ben Shmuel, fue el último Cohen Gadol (Sumo Sacerdote) que rindió culto en el Beit HaMikdash (El Templo). Yo fui el último “hijo de”. En realidad podría haber llegado a suceder a mi padre y ser Cohen Gadol yo mismo, si no fuese por lo que pasó. En nuestra casa no utilizamos las palabras “destrucción”, o “incendio”, decimos “lo que pasó” y todos entienden, temen aseverar la realidad con palabras – como si a la realidad le importase de nuestras palabras, como si no decimos destrucción y no miramos allí, podremos imaginarnos que nada pasó. Quizás nos es cómodo decir “lo que pasó”, para darnos la sensación de un destino ciego, como si no hubiese otra posibilidad, como si no fuimos nosotros mismos los que hicimos recaer “lo que pasó” sobre nosotros mismos, con nuestra propia boca.
Cuando lo vuelvo a pensar, puede ser que de todas formas nunca me convertiría en Cohen Gadol, ya que tampoco Papá fue hijo de Cohen Gadol. Vivíamos en el poblado Jarta, lejos del ambiente de Ierushalaim, y un día llegó una comitiva con plata, oro, y lujosas vestiduras de Cohen. Comenzaron los susurros entre Papá y Mamá, nosotros los niños escuchamos aquí y allí algunas palabras, como Cohen Gadol, nombramiento, prushim (fariseos), tzdokim (saduceos), sikarikim (
sicarios) [nombres de diferentes sectas en las que el pueblo se dividió hacia el final de la época del segundo Beit HaMikdash. N. del T.] de entre sus labios. Luego de muchas presiones y otras tantas comitivas, pasamos a vivir a Ierushalaim, y nuestras vidas cambiaron. Era complejo ser el “hijo de” en esos días. Entre los callejones de la ciudad eran disparadas agudas flechas de burlas, era imposible no ser herido por ellas. “Ahí llega el hijo del escultor” me decían, “el nombramiento corrupto”, “el acercado al presidente”, decían respecto a Papá. Todos hablaban mal de todos, era como un deporte nacional – todo el que puede aguzar su lengua y clavarla con toda su fuerza, lo hacía sin pensarlo dos veces. Las almas sangraban en las calles, y las bocas las picaban una y otra vez. No me mal entiendan, todo era por la buena causa, por el nombre del Cielo. Realmente por el nombre del Cielo. Los prushim se preocupaban de los tzdokim que se burlaban de lo que decían los sabios, y en su celo por la Torá oral golpeaban con su lengua todo el que les parecía tzdoki. No había que ser tzdoki para ser herido, alcanzaba con equivocarse un pequeño error, decir algo que no era del todo correcto, y ya el gorro de tzdoki era colocado sobre tu cabeza. Y de momento que te catalogaron como tal, no es posible volver atrás. “Los disculpados” - así apodaban los prushim a sus compañeros sospechosos de marchar peligrosamente al límite entre los unos y los otros. Los tzdokim por su parte se burlaban de los prushim por su falta de avance, del judaísmo “viejo y burgués” que terminará matando al pueblo. Los ricos se burlaban de los pobres, los que no tenían más para hacer que maldecirlos en secreto. Los moderados se burlaban de los fanáticos – los llamaban “fortachones”, “ignorantes”. Y no les perdonaron haber quemado las reservas de comida, que provocó el hambre de todos. Los fanáticos por su parte se burlaban en todas direcciones, sobre todo se burlaban de Rabí Iojanan Ben Zakai. Lo llamaban “ben jaiav” [en hebreo, zakai es inocente, jaiav es culpable. N. del T.] después que salió del sitio a Ierushalaim en un ataúd, “nos traicionó, el miedoso”, decían ellos. Familias luchaban contra familias, parte de las familias se dividieron y luchaban entre ellos mismos. Eran combates sin manos, una guerra elegante y limpia, sin lanzas o espadas, sólo con la boca, con la lengua y los labios. Todos luchaban por Am Israel (el Pueblo de Israel), todos esgrimían el nombre de D’s, todos luchaban por el nombre del Cielo, todos sabían qué desean en el cielo – hasta que el cielo les cayó encima, a todos.
Estaba seguro que nunca podré volver a comer con apetito, que para toda la eternidad pondré el alimento en mi boca como un enfermo que toma un remedio, a pesar suyo. Después de lo que pasó, ¡¿quién es capaz de abrir la boca?! Pero pasaron los años, y lentamente el gusto volvió a la comida. La semana pasada la familia se reunió, o para ser más exacto lo que queda de la familia, e incluso comimos carne en un día común. Por primera vez. El olor hizo despertar los recuerdos, y el recuerdo dio un gusto amargo en la boca, pero a pesar de ello comimos, y la amargura fue un poco más dulce. Nadie reconoció que le fue sabroso, semejante reconocimiento es casi como reconocer que se puede vivir sin… Pero es imposible, sencillamente, no se puede vivir sin.
El primer Shabat luego de lo que pasó vestimos prendas comunes. No fue un intento de gritar el duelo, sencillamente no podía ser de otra forma. Las prendas de Shabat eran para vestirlas en el Beit HaMikdash. El segundo Shabat vestimos prendas de Shabat, pero Mamá no se fijó que estén limpias y sin arrugas como acostumbraba. Luego que los vimos formando montañas enormes de prendas de Cohanim e incendiándolas, también nuestras prendas perdieron su gracia. Una prenda que teníamos en casa, Mamá logró esconder. Ella cavó un profundo pozo, en el patio. La envolvió, la enterró, y marcó el lugar con piedras. Ella me llamó, y me rogó que no me olvide del lugar exacto. “Quizás tú lo usarás, algún día”. Ella casi no pronuncio la palabra “quizás”, pero bien escuché la duda que se apoderó de su esperanza. Recuerdo a Mamá tomando el viernes el vestido que se hizo para Rosh HaShana (dos meses antes, así siempre fue mi Mamá, todo estaba preparado de antemano. En la ciudad marchan los romanos, y ella, con su optimismo, se prepara un vestido para las fiestas) y lo tiró a la basura. “No tiene sentido”, dijo. No sé si su intención era que el Shabat perdió su gusto, o que no tiene sentido vestirse bien, porque desde lo que pasó Papá desapareció, y ella no tiene frente a quién embellecerse. Como sea, el vestido fue tirado, Papá no volvió, y a pesar de ello me parece que ayer llegó una costurera a casa y tomó medidas. Por un momento me pareció que vi una sonrisa de Mamá en su rostro.
La comida volvió lentamente a casa, así también las prendas, e incluso – es increíble – los rezos. Eso es algo nuevo para nosotros, mover los labios, estar parados dirigiendo nuestro rostro en dirección a ese lugar, al lugar que era todo nuestro mundo, y saber que no hay quien rinda el culto en nuestro lugar. Al principio no lo logré, sentí que si Él les dejó a las llamas devorar nuestra Casa de Rezo, no tiene sentido empecinarse. Pero en los últimos tiempos, invisibles hilos comienzan a extenderse de los labios al corazón…
Sólo una cosa no volverá a nuestra casa: Una tarde juramos, cuando estábamos Mamá y los niños (es extraño que los llamó así, “niños”, cuando la mayoría ya estamos casados. Yo también) que nunca, así juramos, nunca dejaremos las burlas entrar en nuestra casa, nunca se hablará aquí mal de otras personas. Incluso por el Cielo. Nunca. Juramos y fuimos al pozo donde Mamá escondió las prendas del Cohen, para mirar las prendas del Cohen Gadol, quizás por última vez… 

¿Qué hacer en los “9 días”?
Rav Shlomó Aviner

Pregunta: Soy un muchacho de 17 años, y colmo mis vacaciones con actividades positivas. El problema comienza cuando empieza el mes de Av, cuando casi todo está prohibido, y me aburro. ¿Hay alguna idea de qué puedo hacer para ocuparme?
Respuesta: La respuesta es muy sencilla: Estudiar Torá. Por supuesto, bienaventurado sea el que estudia Torá en todo momento libre. Fue determinado que la persona debe fijar horarios de estudio, de día y de noche. Pero no está escrito cuánto tiempo debe estudiar, cuando es sobre entendido que todo el que añade es alabado. La persona no puede obligarse a sí misma, pero puede entusiasmarse a sí misma.
El estudio de la Torá eleva a la persona, eleva el raciocinio, eleva el sentimiento, eleva la imaginación, eleva el cuerpo, el alma, el espíritu.
Es cierto que a veces en la escuela no siempre se puede cumplir “la persona estudia Torá sólo lo que le gusta” (Avoda Zara 19A), pero durante las vacaciones por supuesto que es posible.
Por ello, la recomendación es ir durante esos días a una ieshiva, y degustar una Torá elevada, también Gmará y también halajá, también musar y también emuná.
Gracias a D’s, en Su gracia, hay muchas ieshivot en el país, y también respecto a eso fue dicho que “la persona estudia Torá sólo donde le gusta”. Por ello, elige una ieshiva donde tú agregas más buenas virtudes, temor a D’s y Torá.
Pero si tú dudas - bienaventurado eres que dudas, porque hay muchas ieshivot - entonces debes preferir una de las ieshivot de Ierushalaim, nuestra ciudad santa, de forma que la kdushá (santidad) de Ierushalaim se sume a la kdushá del estudio de la Torá.
Semejante a eso, cuentan en la Gmará que en un principio, cuando fundaron talmudei Torá (centros de estudio de la Torá para niños), fue justamente en Ierushalaim, en base al versículo “porque de Tzion saldrá la Torá, y la palabra de D’s de Ierushalaim” (Baba Batra 21A). Y Tosafot explica: “Porque veía allí una gran kdushá, y Cohanim (sacerdotes) ocupados en su oficio, orientaba su corazón a más temor a D’s y estudio de la Torá, como dicen en el Midrash ‘para que le temas…’ – cuán elevado es el segundo diezmo, que lo hace llegar al estudio, porque debía permanecer en Ierushalaim hasta que coma todo su segundo diezmo, y veía a todos ocupados en el culto a D’s, y él también se orientaba en dirección al temor a D’s y se ocupaba de la Torá”.
Es cierto que por nuestros pecados fue destruido el Beit HaMikdash (El Templo), pero todavía Ierushalaim permanece en su kdushá, todavía el Kotel (Muro de los Lamentos) permanece en su kdushá.
Por ello, fortalécete con la Torá, y D’s te enviará bendición.

Meorot HaShabat

El cometido de esta sección es familiarizar a los lectores con las pautas básicas del Shabat. Cada uno debe aconsejarse con la autoridad rabínica en su comunidad en cuanto a los detalles de las numerosas y a veces complejas halajot del Shabat, y no limitarse a lo escrito en esta sección.
La salida del Shabat
No se bendice sobre la vela sino que cuando “disfruta de su luz”, es decir, que la luz de la vela es apta para disfrutar de ella[1]: Que la vela este cerca de él, de forma que pueda diferenciar a su luz entre una moneda de un país y una moneda de otro país[2].
Los que escuchan la bendición de la vela de otra persona, ellos también tienen que estar suficientemente cerca de la vela para disfrutar de su luz, como fue aclarado[3].
Para que puedan bendecir sobre la vela, no alcanza con que la luz les llega de forma que pueden disfrutar de ella, sino que también deben ver la llama misma[4].
Se acostumbra a mirar las palmas de la mano y las uñas a la luz de la vela de la Habdala[5]. Eso es para verificar que puede diferenciar a la luz de la vela entre dos tipos de moneda, como es capaz de diferenciar entre la uña y la carne. Y también porque las uñas crecen todo el tiempo, y eso es señal de bendición. Y también se mira en la palma de la mano, porque los surcos de ella insinúan también bendición[6].
Tomará la copa con la mano izquierda, y doblará los cuatro dedos de la mano derecha sobre la palma de esa mano y el pulgar, y mirará a las uñas y la palma de la mano al mismo tiempo, sin mirar la parte interior de los dedos[7]. Y hay quienes acostumbran que luego de ello, enderezan los dedos y los miran por su parte de atrás (es decir, el dorso de la mano) [8].


[1](Brajot 53B. Véase Rashi allí, comienza ieotu mamash. Tur y Shuljan Aruj 298 inciso 4).
[2](Allí, Shuljan Aruj). Y se trata de monedas que tienen el mismo tamaño, pero su forma es distinta y para diferenciar entre ellas hay que mirarlas detenidamente (Aruj HaShuljan 298 inciso 7).
Incluso si la vela se encuentra en un cuarto y él se encuentra fuera del cuarto, si puede diferenciar a su luz entre dos monedas, puede bendecir sobre ella, ya que puede disfrutar de su luz (allí, Gmará y Mishná Brurá allí inciso 12. Kaf HaJaim inciso 23).
El que escucha la bendición de la vela y él se encuentra lejos, de forma que no puede disfrutar de su luz, no cumple con su obligación (allí, Mishná Brurá inciso 13). Y Kaf HaJaim (allí, inciso 22) escribió que si no hizo lo correcto y bendijo cuando se encontraba demasiado alejado, por lo visto no debe bendecir otra vez, porque esa bendición no fue instituida porque disfruta de la luz, sino que en recuerdo de la creación del fuego. Y tampoco es obligación buscar una vela si no tiene para bendecir, y por ello debemos decir que si ya lo hizo, cumplió con la obligación. Pero si tiene posibilidad, escuchará la bendición de otra persona que todavía no bendijo ni la escuchó, y pondrá intención de cumplir con su obligación de esa forma.

[3]Y si se encuentran lejos de la vela, véase más adelante.
[4](Allí, Gmará y Shuljan Aruj inciso 15).
[5](Allí, inciso 3).
En Pri Megadim (296, Mishbetzot Zahav inciso 6) escribió que mira las uñas y luego bendice “bore meorei haesh”, porque toda bendición de alabado bendice después (fue citado por Mishná Brurá 296 inciso 31, Kaf HaJaim allí inciso 45). Pero el Pri Megadim (298, Mishbetzot Zahav inciso 2) citó al Shiarei Kneset HaGdola (acotaciones del Tur) que bendice antes de mirarlas. Y así también en el Sidur del Iabet”z, y así escribió Kitzur Shuljan Aruj (96 inciso 9), que se acostumbra a mirar las uñas después de haber bendecido.

[6](Allí, Tur y Mishná Brurá inciso 9. Kaf HaJaim inciso 18. Y véase allí otras razones).
[7](Allí, Ram”a citando al Zohar. Mishná Brurá inciso 10. Kaf HaJaim allí inciso 19, citando a Shaar HaKavanot).
[8](Allí, Mishná Brurá inciso 11).
Y escribió Kaf HaJaim (allí, inciso 20) que lo correcto es criticar a los que cuando miran las uñas dicen en alta voz “buena señal de bendición, etc.”. Y se los debe advertir que es una interrupción, y también los que escuchan la Habdala de otro tienen prohibido hacer una interrupción en medio de la Habdala.

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