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Un clamor en la ciudad
Rav Azriel Ariel
(Beahavá Ubeemuná No530)

Ocurre a veces que a un miembro de Am Israel le es exigido ser partícipe de un pecado en contra de su voluntad. Él no lo desea hacer en absoluto, pero otra persona lo obliga. Intentaremos aprender de nuestra Parashá cuál es la actitud de la Torá frente a una situación semejante, en base al doloroso episodio de la muchacha desposada que es violada por un hombre. En ese caso, la Torá diferencia entre dos situaciones distintas: La muchacha que fue atacada en la ciudad, y la muchacha que fue atacada en el campo. El castigo de la muchacha que fue atacada en la ciudad, es como el castigo del violador - apedreamiento. Por qué?!. "Porque no gritó estando en la ciudad" (Dvarim 22:24), y por lo visto, su silencio manifiesta cierta colaboración con el pecador. Mientras que la muchacha que es atacada en el campo - es exenta de todo castigo: "Mas a la joven no le harás nada, no ha cometido ningún pecado digno de muerte… porque en el campo la halló, y gritó la joven desposada, mas no hubo quien la salve" (Dvarim 22:26-27).
Según nuestros sabios, no hay una diferencia tan radical entre ambas situaciones. En ambos casos no se castiga sin pruebas claras que demuestren sin lugar a dudas que el pecado fue cometido con el consentimiento de la joven y no en contra de su voluntad, a propósito y no sin culpa. La diferencia entre la ciudad y el campo es significativa en situaciones intermedias, cuando las pruebas son parciales, y en parte de los casos el escenario donde fue cometido el delito nos puede ayudar a acreditar alguna prueba, o por el contrario desecharla. Por lo visto, en la ciudad pudo consumarse el delito porque la víctima calló - mientras que en el campo por lo visto la joven hizo todo lo que pudo para salvarse, sin éxito.
Pero más allá del estudio minucioso de las halajot - como lo expresan nuestros sabios - podremos encontrar en este episodio un mensaje moral, de valores, que se esconde en la interpretación sencilla de los versículos. Aquí aprendimos la obligación de protestar. El clamor en la ciudad - es lógico. En todo lugar y en toda situación en la que existe alguna posibilidad de triunfar en la lucha contra el que lo obliga a cometer un pecado, es obligación luchar y protestar. El que no grita cuando puede ser que su clamor sea escuchado por alguien que venga a socorrerlo, el que no lucha cuando existe alguna posibilidad de triunfar - es considerado partícipe del pecado, incluso en forma pasiva. Pero también en el "campo" - donde no hay quien escuche el clamor - se debe protestar y clamar!. No puede ser que una persona sea obligada a cometer un pecado, sin ofrecer resistencia alguna ni protestar. No se puede actuar de una forma que puede ser interpretada - por él mismo, o por los demás, por el que lo obliga a cometer el pecado, o por el público - como participación, consentimiento, o incluso tolerancia del terrible pecado. Incluso si no puedes vencer, todavía tienes la obligación moral de oponerte. El que no se opone, no podrá perdonarse a si mismo con facilidad el haber cedido sin lucha, el haber permitido realizar el pecado con insoportable disposición. Al mismo tiempo - todo eso debe ser sopesado por esa persona, en las circunstancias precisas del lugar y la situación en la que se encuentra. Los jueces - o la sociedad - no podrán juzgar al que se encontró en semejante situación, mientras no exista alguna demostración clara que decidió libremente ser partícipe del pecado. En toda situación incierta, debemos juzgar a esa persona para bien - seguramente se opuso con todas sus fuerzas a realizar el pecado.
De entre las líneas de los versículos de la Torá, podemos agudizar más aún el tema. Hasta qué punto le exige nuestra Torá a la víctima luchar contra el atacante que pretende obligarla a hacer un pecado?. El Ramba"n recalca que el "clamar" no es crítico, sino que se trata de una de las expresiones posibles de su falta de consentimiento, pero también "si lucha con todas sus fuerzas, y llora e intenta repelerlo tomándolo por sus vestiduras o por su pelo para escaparse de él" es lo mismo. Pero de la interpretación sencilla del versículo podemos aprender que en situaciones en las que no se puede escapar del pecado, y la oposición es por ella en sí - no debemos exigirle a la víctima más que un grito, que expresa en forma clara su oposición terminante al pecado, a pesar que haya formas más contundentes de oponerse. Esa persona no debe sentir remordimientos de conciencia por no haber luchado y haberse opuesto con todas sus fuerzas, cuando estaba seguro que no podía cambiar el resultado final.
De acuerdo a la interpretación del autor del libro "Sfat Emet", podemos agregar más profundidad. La "ciudad" - es el lugar y la situación en la que se encuentra la Shjina (manifestación de la Presencia Divina) en forma evidente, y la persona siente la cercanía a D's, como dice el versículo "cercano está el Eterno a todos los que Le invocan, a los que Le invocan auténticamente" (Tehilim 145:18). Mientras que el "campo" es el lugar y la situación en la que la persona se siente alejada de D's, hasta tal punto que piensa que Él no escucha su clamor. "Aunque grito y pido auxilio, Él cierra las puertas del cielo a mi plegaria" (Eija 3:8). La obligación de rezar y clamar a D's - como estipula la Torá, que se debe clamar y rezar en la desgracia - se refiere a todo lugar y toda situación, tanto en la "ciudad" como en el "campo", hasta que seamos merecedores de ver que "el rey se encuentra en el campo". En ese momento se cumplirá con nosotros - la joven desposada de D's - "clamó la joven desposada, y hay quien la socorra", porque "en quién debemos confiar? - en nuestro Padre en el cielo" (Sota 49B).
"Porque no desechará el Eterno a Su pueblo, ni desamparará a Su herencia" (Tehilim 94:14), "salva, oh Eterno!. Óiganos el Rey el día que clamemos!" (Tehilim 20:10)

Este artículo es escrito con admiración para nuestros hermanos, nuestra propia carne - los desterrados de Gush Katif (los asentamientos judíos de la Franja de Gaza) y del Norte del Shomrón (Samaria), que fueron arrancados de sus casas presentando una lucha responsable, que no se dejó llevar a la violencia ni el odio por los hermanos por un lado, y por otro lado expresó un gran y amargo clamor de dolor y protesta, de fe y oración, de valentía y amor.

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