Edición semanal
Basada en materiales de Majón Meir

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Parashat Vaishlaj     14 de Kislev 5775     No 996


Rav Eran Tamir

Crecer del “me he empequeñecido”
Rav Eran Tamir

La razón auténtica del temor de Iaacov al encuentro con Esav es revelada en su rezo, en el que comienza diciendo: “Me he empequeñecido por todas las bondades y toda la verdad que has hecho para con Tu siervo…” (Bereshit 32:11). Y como comenta Rashi: “Mis méritos se redujeron por las bondades y la verdad que has hecho conmigo, y por ello yo temo…” (Rashi, Bereshit 32:11). Y como dice la Gmará (Brajot 32): “Si le hacen un milagro, se lo descuentan de sus méritos, como está escrito en el versículo ‘me he empequeñecido’…”.
¿Por qué? ¿Acaso hay algo malo en que durante tantos años en los que Iaacov estuvo ausente de su casa, y pasó duras pruebas en la casa del estafador Lavan, D’s le hizo milagros y lo salvo? ¿Cuál es el origen del gran temor de Iaacov, hasta tal punto que dice “me he empequeñecido” – es decir, he sido reducido?
El Rav Kuk explica (Ein Aya, Shabat Alef, Pág. 168): “La persona crece según el valor de sus acciones para bien, y en toda ocasión en la que él es pasivo, y le llega algún bien de esa forma, se empequeñece”. Es decir, D’s imbuyó en el hombre facultades y muchas aptitudes, cuando pretende de él que las utilice, que se esfuerce y pugne todo lo que pueda para plasmarlas en la práctica, y de esa forma ser partícipe junto a D’s de la creación del mundo. Pero cuando la persona deja de ser activo y pasa a ser pasivo, deja de influir y es él influido, se empequeñece, porque no confía en su capacidad ni sus fuerzas, y de esa forma “molesta” a D’s que tiene que entrometerse y hacerle un milagro – como un niño pequeño, que no es capaz de asumir responsabilidad de sí mismo, y por lo tanto la responsabilidad pasa a sus padres sin remedio. Y como continúa diciendo: “Porque cuando la persona actúa, se engrandece… y siendo pasivo se empequeñece, vive una vida de recibimiento, no de influencia, cuando lo correcto es que la persona ame la vida de influencia que es una vida de acción, que es la voluntad Divina más elevada, porque D’s dese la plenitud más elevada de Sus criaturas. Por ello, dijo nuestro patriarca Iaacov ‘Me he empequeñecido por todas las bondades y toda la verdad que has hecho para con Tu siervo’”.
Pero enseguida después Iaacov se fortaleció a sí mismo, creció, luchó contra el ángel, el Ministro de Esav, y lo obligó a bendecirlo, y de esa forma se transformó de pasivo a activo, de recibidor a influyente, y de esa forma se transformó de Iaacov en Israel, del tobillo que es arrastrado por otros a la cabeza y el gobierno sobre los demás. Y como culmina allí el Rav Kuk: “Pero más tarde le llegó la grandeza, a través de la vida de actividad, ‘porque has luchado contra dioses y contra personas, y los has vencido’ (Bereshit 32:29)”.

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Rav Shlomó Aviner

Respetarás a tu padre y a tu madre
Rav Shlomó Aviner

Mi querido amigo, tú estudias Torá, actúas a favor de Eretz Israel (la Tierra de Israel) y haces muchas otras mitzvot - pero has olvidado lo principal: ¡Respetarás a tu padre y a tu madre!
¿Y por qué es lo principal? Porque D’s comparó Su honor al honor de ellos, y Su temor al temor a ellos, como es explicado en el “Kitzur Shuljan Aruj” (143:1). Por supuesto, eso está escrito en la Gmará, en el Ramba”m y en el Shuljan Aruj, pero no se necesita ser un gran estudioso para saberlo. Alcanza con abrir el Kitzur Shuljan Aruj, que es un libro para todo el público.
Y no es por azar que fue escrito en los Diez Mandamientos, junto con la fe en D’s, la prohibición de rendirle culto a otros dioses, la prohibición de matar, de cometer adulterio y robar, respetar el Shabat y otros. Se encuentra en el mismo nivel de importancia.
¿Y por qué fue comparado su respeto al respeto de D’s? Porque hay tres partícipes en la creación de la persona – D’s, su padre y su madre. Y si tú ofendes a dos de esos socios, también el tercero se ofende (Kitzur Shuljan Aruj 143:1).
Nosotros bien sabemos que a veces los padres nos fastidian, que ellos no son ángeles, que no son perfectos (¿y tú eres perfecto?), pero a pesar de ellos les debes tu agradecimiento. Porque tu madre te aguantó 9 meses, y eso no es fácil. Te dio a luz, y eso por supuesto que no es fácil, te amamantó, y ella y tu padre invirtieron en ti muchos esfuerzos durante todos los años, y por ello incluso si tienen defectos hay que ser agradecido con ellos. D’s nos ordenó ser agradecidos incluso con los egipcios, porque nos “hospedaron” cuando no teníamos otro lugar – y por supuesto, mucho más tus padres.
Si tus padres fuesen todo el tiempo dulces y amables no necesitarías la orden de la Torá para respetarlos y temerles, lo harías en forma natural. La orden Divina tiene valor justamente cuando es difícil, y eso exige aceptarlo.
Hay personas que quieren aprende a ser humildes, que es una gran virtud, y se esfuerzan para ello y se inventan todo tipo de artimañas. No es necesario, como escribe el Ramba”m en su libro “Shmona Prakim” (cap. 4), porque D’s ya pensó en ello y ordenó respetar a los padres y similares, y si tú los respetas y los temerás como es debido, es seguro que saldrás muy humilde.
Quizás tú digas: ¡Pero ellos me fastidian tanto, no puedo soportarlo! Al respecto escribió el
Ramba”m una alegoría: Si un rey de carne y hueso se comportase así para contigo, por supuesto que lo soportarías en silencio – y en este caso, se trata del rey de los reyes.
Y así dice él: “¿Hasta qué punto se debe honrar a los padres? Incluso si le arrebata su bolsa llena de monedas de oro y la tira frente a él al mar, no lo avergonzará ni le gritará, y no se enojará con él, sino que aceptará en silencio el dictamen del versículo. ¿Y hasta qué punto debe temerles? Incluso si estaba vestido ropas lujosas, y se encontraba sentado a la cabeza del público, y vino su padre o su madre y le rasgó las vestiduras, o lo golpearon en la cabeza, y escupieron delante de él… no los avergonzará sino que callará, y temerá del rey de los reyes que así le ordenó. Si un rey de carne y hueso hubiese decretado algo que le hace doler incluso más que eso, no podría quejarse, por supuesto tratándose del que dijo y el mundo fue creado, según Su voluntad” (Ramba”m, Hiljot Mamrim 6:7. Es citado en el Kitzur Shuljan Aruj 143:2).
Y lo principal es hacerlo todo sonriendo y con alegría, como continúa el Kitzur Shuljan Aruj: “…con buen semblante, porque incluso si le da de comer manjares pero lo hace con mala cara, será castigado por ello” (Kitzur Shuljan Aruj 143:3).
E incluso si tu padre o tu madre cometen trasgresiones a la Torá, no es tu asunto, y debes respetarlos (Kitzur Shuljan Aruj 143:9). Por supuesto, si ellos te mortifican hasta el límite hay que aconsejarse qué hacer, pero recuerda la alegoría del rey y aconséjate en ese tema con un talmid jajam (erudito del estudio de la Torá).
En efecto, es una mitzva
difícil de cumplir, pero según la dificultad la recompensa. Y si los respetas, tus hijos te respetarán a ti también.
Ocurrió una vez que un anciano abuelo apenas veía, apenas escuchaba, sus manos temblaban hasta tal punto que cuando comía la comida se le volcaba sobre la mesa y sobre sus ropas, y también la saliva le goteaba de la boca hasta tal punto que su hijo y su esposa se asquearon y fijaron su lugar para comer en la esquina del cuarto. Y él se sentaba allí y comía con gran pena, mirándolos con ojos de angustia. Y una vez se le rompió el plato de porcelana con el que comía, y su nuera le gritó y le insultó, y le dio a cambio un tazón de madera. Y él continuó sentado en su esquina, humillado.
Un día, el hijo y su esposa se dieron cuenta que su pequeño hijo de cuatro años de edad junta trozos de madera y los ordena juntos. Cuando le preguntaron qué hace, les contestó: “Yo preparo tazones de madera para ustedes, cuando sean ancianos…”. Se miraron el uno al otro, estallaron en llanto y volvieron a sentar a su anciano padre junto con ellos, con gran honor.