Edición semanal
Basada en materiales de Majón Meir

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Parashat Ekev     20 de Av 5773     No 928


"Y se ensoberbezca tu corazón"
Rav Azriel Ariel

Rabí Moshé de Kotzi – autor del libro Sefer HaMitzvot HaGadol, conocido como HaSma”g – cuenta cómo es que llegó a escribir respecto a la prohibición del orgullo (preceptos negativos, mitzva 64):
“Exigí la humildad muchas veces al público. Pero no pensaba enumerar el orgullo como una prohibición. También nuestro Rav Moshé (el Ramba”m) no lo incluyó ni lo contó en su lista de prohibiciones, y cuando llegué a completar todas las prohibiciones me dijeron en un sueño, de noche: Te has olvidado de lo principal, ‘cuídate, no sea que olvides al Eterno’ (Dvarim 8:11). Y por la mañana lo contemplé, y encontré que es una base fundamental en el temor a D’s, y con la sabiduría que D’s me dio lo agregue. Luego me fijé en el primer capítulo del tratado de Sota (Sota 5A), y encontré escrito en forma explícita: ‘¿De donde aprendemos que la Torá prohíbe el orgullo? Rabí Najman Ben Rabí Itzjak dice, de este versículo: ‘Y se ensoberbezca tu corazón, y olvides al Eterno’ (Dvarim 8:14), y también está escrito ‘cuídate, no sea que olvides al Eterno’ (Dvarim 8:11)”.
El autor de ese libro es el único que cuenta la prohibición de la Torá de enorgullecerse como una mitzva. Y en su opinión, “cuídate, no sea que olvides al Eterno” no es una enseñanza moral solamente, sino que un precepto: ¡Tenemos prohibido enorgullecernos!
Eso exige ser aclarado. ¿Qué relación hay entre la humildad – en el plano de la persona consigo misma y con su  prójimo – y el olvido de D’s? Podríamos entenderlo si se tratase de falta de respeto para con D’s, pero ¿qué relación tiene ello con el olvido de D’s? Para ello debemos estudiar nuestra Parashá.
Esa prohibición de la Torá está vinculada al éxito de la persona. “No sea que comas y te sacies, y construyas buenas casas y te asientes… y todo lo tengas en abundancia” (Dvarim 8:12). Y la consecuencia: “Y se ensoberbezca tu corazón, y olvides al Eterno, tu D's, que te sacó de la tierra de Egipto, de la Casa de Esclavitud, que te hizo andar por el desierto inmenso y pavoroso, de víboras, escorpiones y sed, donde no había agua, y que extrajo agua para ti de la roca de pedernal, que te alimentó en el desierto…” (Dvarim 8:14-15). La persona que tiene éxito tiende a asignarse a sí mismo ese éxito – a sus fuerzas, sus habilidades, su empeño, su trabajo, e incluso su buena suerte. Es en ese preciso momento cuando olvida quién es el que le entrego esas fuerzas y habilidades, e incluso la cualidad del ser trabajador. La necesidad del que entrega las fuerzas es aclarada cuando estas se acaban: En la tierra de Egipto - la Casa de la Esclavitud - en el inmenso y pavoroso desierto - donde se encuentran las víboras y los escorpiones, donde no hay agua. Lo que D’s brinda cuando hace falta, nos enseña respecto a lo que D’s brinda en secreto, cuando hay abundancia. El que tiene éxito, y se olvida de D’s, piensa que él es la causa de ese éxito, y se dice: “Mi fuerza y el poder de mi mano han hecho para mí toda esa riqueza” (Dvarim 8:17).
Todo eso es el plano superficial. La persona que se piensa que él es el responsable de su éxito se olvida de la Providencia Divina - pero eso todavía no es olvidar a D’s mismo. En lo profundo de la cuestión práctica de quién es el responsable del éxito de la persona se esconde algo más profundo: ¿Qué es lo que le da valor a la persona? ¿De donde emana la sensación de valor que la persona siente? El que está encandilado por su éxito siente que tiene valor, siente que “vale más que los otros”, por su éxito. Su éxito es el testigo de su valor, y es lo que genera la sensación de valor propio. Y esa es la gran equivocación. ¿El que no tiene éxito en la vida, no tiene valor? ¿Acaso alguien puede matarlo, arguyendo que mató una persona sin valor?
¿De donde llega el valor autentico de la persona? Sólo de una cosa: El hecho que es una criatura que fue creada a imagen y semejanza Divinas. Ese valor se encuentra en forma equitativa en todos. No depende de nada. Existe en todo momento y en toda situación de la vida. La persona que siente que su valor emana de sí mismo se ve obligado a hacerse acreedor de su éxito, porque sólo de esa forma sentirá que su vida tiene valor. Pero la persona cuya sensación de valor emana de D’s que lo creó a Su imagen, del alma Divina que hay en él, que es un chispazo Divino, no necesita hacerse acreedor de sus éxitos. Esa conciencia genera forzosamente la capacidad de reconocer el origen auténtico del éxito. “Y recordarás al Eterno, tu D's, porque Él es el que te da el poder para hacer” (Dvarim 8:18).
Según ello podremos entender el orden del versículo. El orgullo comienza cuando la persona se atreve a determinar su propio valor, cuando la persona siente que su valor depende de sí misma. “Y se ensoberbezca tu corazón” (Dvarim 8:14). En consecuencia, no puede sino que hacerse acreedor de sus éxitos y sentir que ellos le confieren un valor imaginario, y de esa forma olvidar – no sólo la Providencia Divina como la fuente de su éxito, sino que la existencia misma de D’s como fuente y valor de la persona misma.
Y así escribe el Rav Kuk (Shmoná Kvatzim Bet, 160): “El conocimiento en lo profundo de la fe… es lo que hace surgir la humildad en el mundo. La persona se anula frente a la elevada plenitud sin fin. Es cierto que para que nazca en el corazón alguna posibilidad de sentir esa anulación… debemos educarnos con la moral y la pureza, y el purificado de las virtudes… entonces la humildad comienza a revelarse, y junto con ella también el santo orgullo, de vanagloriarse con el destello Divino que se encuentra dentro nuestro, que tiene un valor sin fin. El distanciamiento del resplandor Divino hace surgir el despreciado orgullo. La persona se jacta contemplando toda superioridad que siente dentro suyo, no se anula frente a la magnificencia que no siente, y se encuentra alejado de sus riñones… y de momento que no puede sentir la grandeza de la plenitud infinita en su alma… el amor propio, que se une con el sentimiento ordinario, marca su camino. Y entonces la anulación propia - con sus terribles consecuencias – se apodera del corazón; ¡todo es nulo! ¡Nada tiene valor! ¿Qué valor tiene la esencia propia particular, con todas sus habilidades y cualidades?”.
De acuerdo a ello también podemos entender lo que está escrito al fin de la Parashá: “Para hacer cumplir Su pacto” (Dvarim 8:18). Esas palabras son mencionadas frente al intento de la persona de sentir su valor en base a sus éxitos espirituales y morales, lo que también es un tipo de orgullo y olvido de D’s – semejante al éxito financiero. Para ello llega el conocimiento que la bendición de D’s no recae en ti por tu mérito propio, sino que por el Pacto de los Patriarcas (Rav Shimshon Refael Hirsh): “Y recordarás al Eterno, tu D's, porque Él es el que te da el poder para hacer proezas, para hacer cumplir Su pacto que juró a tus ancestros, como este día” (Dvarim 8:18). 

Midreshet Majón Orá

Centro de estudios de Torá para chicas en
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Rav Shlomó Aviner

Los Diez Mandamientos
Rav Shlomó Aviner

Estos son los diez mandamientos que le escribe la novia al novio – y por supuesto, también el novio a la novia:
1. Yo soy la que te liberé de la soledad y la tristeza. Yo he traído la alegría  y la bendición a tu vida. Recuérdalo toda tu vida, de día y de noche.
2. No tendrás otra mujer delante de ti, no soñarás con ella, no pensarás en ella, no charlarás con ella, no te reirás con ella. Haz como el Primer Hombre, que le dijo a su pareja después de casarse: Todas las otras mujeres son como monos para mí.
3. No utilices en vano el nombre de tu matrimonio. Dime siempre la verdad, yo debo confiar en ti. Tú eres para mí mi seguridad – y yo también sabré valorar tu honestidad.
4. Recuerda el día de Shabat para consagrarlo a nuestro matrimonio. El Shabat es para nosotros, para nuestra intimidad. Por supuesto, para comer y descansar, para cantar y estudiar – pero no te olvides de nosotros.
5. Respeta a tu padre y a tu madre. Y yo también los respetaré. Pero no te pongas en medio, sintiéndote rasgado entre ellos y yo. “Por ello abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se vinculará con su esposa”. Ahora somos una sola persona, y todos los problemas con ellos los solucionaremos juntos.
6. No matarás. No me ofendas, no viertas mi sangre. No te equivoques, no porque yo callo mi sangre no es derramada en tierra. Piensa bien cómo desearías que te hable, y habla así conmigo.
7. No cometerás adulterio. Yo soy toda tuya, no a la mitad o a un tercio, toda tuya. Entonces, tú también deberás ser todo mío. No busques pastar en campos ajenos - ni reales ni virtuales.
8. No robarás. Antes que nada debes ayudarme a mí antes que a los demás. "Los necesitados de tu casa anteceden". Los demás tienen otros que los ayuden – pero yo, sólo a ti. No robes al pobre. No robes la pequeña oveja del indigente.
9. No mentirás. No mientas en nuestro pacto. Por ello, por favor, cada día charlaremos 20 minutos, para aplacar las divergencias y corregir todas las fallas de comunicación entre amados compañeros.
10. No desees lo que no debes desear. Deséame a mí. Todas las mañanas dite a ti mismo: ¡Cuán dichoso soy que me case, a pesar de todos los problemas! Cada día dite a ti mismo: Yo la amo. Y también dime: Yo te amo.
 

Departamento ibero-americano

Majón Meir abrió sus puertas para alumnos ibero-americanos de habla hispana y portugués, y te invita a tener esta experiencia única de estudiar Torá en su ambiente tan especial en la ciudad de Ierushalaim.
El programa - dirigido por el Rav Rafael Spangenthal - está destinado para jóvenes de diecisiete años en adelante que desean reforzar su identidad judía por medio del estudio de la Torá en un marco agradable, que enfatiza el valor de nuestros lazos con el pueblo, la Torá y la Tierra de Israel.
Para aquellos que lo deseen, existe también en el Majón un ulpán de hebreo bajo la órbita del Ministerio de Educación.
Para más información los invitamos a llamarnos o escribirnos:
Director del Departamento ibero-americano
Rav Rafael Spangenthal
Tel.: 972-8-9285216
Cel: 972-52-4501467
E-mail:
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