Edición semanal
Basada en materiales de Majón Meir

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Parashat Pinjas     14 de Tamuz 5771     No 826


De la estrechez a la anchura
Rav Elishá Vishlitzki

De momento que el segundo Beit HaMikdash (El Templo) fue destruido por Sinat Jinam (odio gratuito), y el tercero será construido a través de Ahavat Jinam (amor gratuito) tenemos la obligación de aclarar esos temas, sobre todo en la época de Bein HaMetzarim (los días entre el ayuno del 17 de Tamuz y el ayuno del 9 de Av). Sobre todo cuando el amor gratuito es una de las bases fundamentales de todo el desarrollo de la personalidad, y por ello es adecuado que nos ocupemos más de ello, y ese tema sea estudiado en forma consistente y sistemática. Y también debemos incluir en nuestro estudio el campo de la corrección del odio y la edificación del amor, y no debemos tratar esos temas como algo de segunda importancia.
No es necesario hablar del amor propio de la persona; parece ser tan esencial y necesario para la existencia misma, hasta que no podemos vivir sin él. Por ello, hay que aclarar y purificar ese concepto, y no debemos equivocarnos y pensar que el amor propio se limita a lo que recibiré, lo que ganaré, lo que disfrutaré, etc. El precio de ese error, es la cárcel. No una cárcel externa, en nombre de la Corte Suprema de Justicia – que tanto se “preocupa” de los derechos de la persona particular, y en nombre de ellos puede encarcelar a padres por dedicarse con sacrificio al cuidado y educación de sus hijos – sino que una cárcel interior, la cárcel del egoísmo. El aspecto interno de la personalidad es diferente de su semblante. En lo profundo del alma, ella está unida a la vida de la nación, porque de allí fuimos esculpidos. “Israel – un solo alma en cuerpos distintos”. Por ello, si me desentenderé de todo y me preocuparé sólo de mí, y me separaré del público, entonces mi alma será el testigo, y también las vigas de mi casa, que estoy pecando para con mi propio auténtico ser, y semejante pecado no tiene perdón.
Por ello, la sensibilidad y la entrega para el prójimo expresan no sólo un interés social moral, sino que principalmente son fiel y exacta expresión de la libertad y dignidad humanas – “respetar a las criaturas”. Quizás por ello dijo la Torá “amarás a tu prójimo como a ti mismo, Yo soy el Eterno” (Vaikra 19:18): Porque el sello Divino auténtico en el alma israelí, hace que justamente la exigencia de “como a ti mismo” es la que hará nacer el “amarás a tu prójimo”. Y quizás las personas en la época del segundo Beit HaMikdash – que se ocupaban del estudio de la Torá y el cumplimiento de las mitzvot – se quedaron presos en una concepción egoísta superficial: Amarás sólo al prójimo que sea como tú mismo. Porque de lo contrario, él es un apikores (hereje). De esa forma ellos mismos distorsionaban las cosas, y no eran rectos en cuestiones mundanas.
En base a la sinceridad y la rectitud que se encuentran dentro nuestro, entenderemos a través de “ustedes son hijos del Eterno, vuestro Señor” (Dvarim 14:1) que “somos personas hermanas” (Bereshit 12:8). El común denominador entre la persona y su prójimo en Am Israel (el Pueblo de Israel) no está relacionado con la pertenencia a tal o cual congregación, su forma de pensar o estilo de vida, sino que es de alma, Divino, y no cambia en ninguna situación. Nuestras misiones que expresan hermandad son aclaradas a través de la ayuda de las mitzvot, como la mitzva de devolver lo que fue perdido al prójimo, cuando la Torá nos aclara y recalca una y otra vez “tu hermano” (Dvarim 22:1, etc.), en contraste a lo que es descrito en otra situación, como “el que odias” (Shmot 23:5). Pero es esa justamente la razón. Tenemos la mitzva de recordar la hermandad, expresarla, fortificarla, aclararla, ponerla en el centro de nuestra vida particular y pública. Mientras que lo que nos diferencia y nos separa hay que olvidarlo, hay que quitarlo, tirarlo a un lado del camino y desentendernos de él.
Si realmente el centro de nuestra vida y nuestros conceptos son determinados de acuerdo a ese punto clave interno del alma, y no pensamos en las controversias superficiales ni las sentimos, entonces se abre el camino para descubrir la valentía y el sacrificio de Am Israel en épocas de paz y en épocas de guerra. La persistencia, la hermandad, el espíritu de lucha no son sólo temas relacionados con el profesionalismo en el combate, sino que algo crítico que depende de nuestra alma. Porque ser nosotros mismos es el principal motor de la persona en su vida en la época de Jevelei Meshiaj (los suplicios del Mesías), y justamente el individualismo se transforma en una herramienta para la revelación de la pureza de nuestro ser y su misión en el mundo. El odio de los demás pueblos – que va aumentando sin límites ni vergüenza – sólo nos hace despertar y ser más nosotros mismos realmente, “realmente una nación solitaria, y entre los pueblos no será contada” (Bamidvar 23:9).
El amor propio tiene su origen en la base auténtica del ser, allí se revelan naturalmente el amor por el prójimo y por la nación. Por ello, en la contradicción imaginaria entre la verdad y la paz existe un arbitrador, que es el amor. Como Beit Hilel (los discípulos de Hilel) y Beit Shamai (los discípulos de Shamai), que no escondieron su singularidad, sus ideas y sus diferencias de opinión – incluso en temas de relaciones prohibidas y familiares – pero no por ello dejaron de casarse entre ellos. Es decir, no mezclaron intereses personales en el contenido de su doctrina, y no convirtieron a los que no piensan como ellos en enemigos en el aspecto personal.
Cuando el amor es limpio y auténtico, entonces la aclaración de la verdad es parte de él, sin tapujos. Y a través de un amor como ese no se le da importancia a nimiedades, no se llega a puntos de vista pequeños, a malas virtudes, a la falta de paciencia, al enojo y la pérdida de estribos.
Según la forma en que el Beit HaMikdash fue destruido podemos imaginarnos su reconstrucción. Titus trituró harina molida – quemó y destruyó, porque la corrupción dentro de Am Israel son en realidad los que destruyen, y tienen su fuente en la soberbia y en el egoísmo. Ellos son los opresores que nos van estrechando en su pequeñez, hasta que acogotan al alma. Y nosotros debemos esculpir en nuestra alma y quitar de ella las cáscaras y los impedimentos, y liberarla de su ahogo.
Si andaremos dando vueltas y no entraremos en los portones del corazón y corregiremos el odio gratuito, las críticas y las divisiones artificiales, el Beit HaMikdash no será reconstruido. Porque después del tercero no habrá otro, y no habrá otra galut (exilio) después de la tercera gueulá (Redención).
Tenemos que comprender las consecuencias de las destrucciones, para que nuestra siembra y preparación  para el tercer Beit HaMikdash den el fruto adecuado. Y cuando D’s degüella el Ietzer HaRra (mal instinto) en la época de Jevelei Meshiaj (Suca 52), es cierto que se parece a una montaña, pero en realidad es como un pelo. Porque como hemos visto, el amor gratuito puede empezar con el amor propio, y justamente partiendo de allí puede ser puro e idealista, pero así también las malas tendencias en forma genérica.
El horno de fundición de Israel no sólo salva las distancias entre los grupos y las corrientes, las fracciones y las ideas, sino que también es un camino complejo de edificación de una personalidad que ama, limpia, que lucha por su verdad con humildad y pureza, y no con agresividad y crueldad. Fuimos vendidos gratis porque nos despreciamos a nosotros mismos, y no nos redimiremos cambiando sólo aspectos superficiales, sino que elaborando nuestro ser y purificándolo, hasta que reconstruyamos nuestra tierra, nuestra patria que vive una vida esplendorosa, una vida de libertad auténtica para hacer nacer un amor auténtico en la persona individual y en el público general, y esas son las anchuras de las que D’s nos concederá abrirnos a ellas auténticamente. 

Midreshet Majón Orá

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Rav Shlomó Aviner La unión
Rav Shlomó Aviner
(reimpresión)

Hay muchos problemas en nuestra tierra kdoshá (santa). Muchas dificultades, complicaciones y crisis: ¿Por donde se debe comenzar para superarlas? Es como una madre, que al mismo tiempo el bebé llora, la bañera se desborda, la comida en la cacerola se quema, los hermanos se pelean, suena el timbre de la puerta, en el teléfono la llama su padre... ¿Por donde se empieza? O una persona que, D’s no lo permita, llega al hospital destrozado por un accidente de tránsito, ¿por donde se debe comenzar? Por el corazón.
¡Y nosotros, con problemas políticos, de seguridad nacional, económicos, sociales, morales, de educación..! Todos entienden que es imposible solucionarlos en cuestión de un día, ni tampoco en una generación. Pero,
¿por donde se debe comenzar? Lo más importante en este momento para Am Israel es: Unión. Cuando estemos unidos, lograremos solucionarlo todo, superaremos todas las crisis. Incluso si no lograremos solucionarlos al término de un día, yendo por ese camino llegaremos a la solución. Porque la aptitud que yo no poseo, la tienes tú. Y la que ambos no poseemos, la tiene el tercero, y estando todos juntos – lo tenemos todo.
Pero si disputamos entre nosotros, cada uno estorba al otro. Consumimos nuestra energía con el fuego de la disputa. Toda la maquinaria se va quemando por el calor generado por la fricción, y nuestros enemigos se alegran con nuestro oprobio: ¡La tarea de los malvados es llevada a cabo por otros!
Después que el rey Shaul cayó en la batalla, el gran combatiente que luchó contra los Plishtitas, ellos dejaron de atacar a Am Israel: ¡
¿Para qué esforzarse, si pueden observar con regocijo cómo los seguidores de David y los seguidores del linaje de Shaul se consumen mutuamente?!
El sublime remedio: La Unión. No solo en este momento, sino que también a lo largo de todas las generaciones así fue. El segundo Beit HaMikdash (El Templo) fue destruido por el odio gratuito. Es decir, odio por quien es diferente, piensa de otra forma, cree distinto, siente diferente. “El distinto es una amenaza, si logra adueñarse del poder, será una desgracia...”.
¡Pero no es cierto! Tú necesitas que haya alguien distinto a ti, porque él sabe hacer lo que tú no eres capaz: Tú no eres perfecto. Incluso nuestro Rav Moshé, el más selecto del género humano, no era perfecto: Él no era nuestro patriarca Avraham (Rashi, Shmot 6:2-3). Necesitamos que haya personas diferentes a nosotros.
Quizás tú digas: ¡Pero el distinto daña y corrompe! Es cierto, porque él está solo. Pero cuando tú estés con él, no dañará. El daño que él hace será disuelto en la mayoría de las acciones de los demás. Su concentración disminuirá, y en pequeñas dosis, sorprendentemente, será beneficioso. Es necesario un poco de sal, pero demasiada, desbarata el gusto de la comida. Es necesario que haya fuego debajo de la cacerola para cocinar, pero si es muy alto, quemará la comida.
Quizás tú digas: ¡Pero la mayoría son corruptos! Esa es una afirmación producto del orgullo, ¡como si tú poseyeras toda la verdad y la justicia! Pero incluso si así fuese, no todos son corruptos de la misma forma: Uno no es suficientemente nacionalista, el otro no es suficientemente religioso, el tercero no es suficientemente moral, y el cuarto no es suficientemente valiente. Cada uno tiene su defecto particular – salvo tú, por supuesto, que posees todas las virtudes - y por eso es anulado en la mayoría. Esa es una conocida regla de la halajá relativa a la kashrut; prohibiciones de distinta índole se anulan mutuamente, es decir, cada tipo de prohibición se suma a la cantidad permitida para anular al otro tipo de prohibición (Zbajim 78A, Jojmat Adam 51:31-32).
Cada aspecto negativo se suma a lo positivo, para anular los otros aspectos negativos. La minoría de haraganes es anulada por la mayoría de trabajadores, a pesar que ellos tienen otros defectos. Lo que es más, la minoría de haraganes también aporta a su manera, endulzando y tranquilizando. La minoría de iracundos no daña, porque la mayoría de tranquilos los anulan, y también aportan cuando es necesario no contenerse y reaccionar con firmeza.
Así escribió el Gaón (genio del estudio de la Torá) autor del libro Sheb Shmateta, citando al Mahar"í Moscato: “Con respecto a lo que dijeron nuestros sabios que el mundo es juzgado según la mayoría, si uno es asesino, otro es ladrón, otro recibe soborno, y otro exige pago de intereses por el préstamo, cada prohibición anula a la otra, como dicen en Zbajim 78A: Pigul, notar, e impuro que fueron mezclados, el que lo comió está exento, y por lo tanto, ya que la mayoría no exigen pago de interés, ni son asesinos, se anulan mutuamente” (Prólogo a Sheb Shmateta).
Si todos tenemos el mismo defecto, es una desgracia. Como pasó en la generación del Mabul (Diluvio): “Se ha colmado toda la tierra con el robo” (Bereshit 6:13). Todo el género humano se había enfermado de la misma dolencia moral: Tomaban por la fuerza y robaban, y no podían curarse unos a otros.
Pero en nuestra época no es así. Las virtudes están dispersas, y también los defectos. Cuando estamos unidos, vencemos a todos los enemigos externos y superamos todas las dificultades internas. Eso no quiere decir que debemos coincidir en todo, es posible tener diferencias de opinión y discutir, pero discusiones de amigos. Es posible mantener luchas ideológicas relativas a concepciones distintas de la realidad, pero a condición que sigamos siendo hermanos, amigos y sigamos queriéndonos.

Por el contrario, las diferencias de opinión y diferentes virtudes son justamente las que le dan a la nación su riqueza y entereza. Cada uno luchará con sacrifico por su punto de vista, porque cada uno es necesario.
Dijo el Jafetz Jaim que es semejante al ejército, donde cada soldado defiende con orgullo la reputación de su unidad, pero todos son necesarios, cada uno tiene su papel particular. Como una coalición amplia, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, religiosos y los que no lo son, jaredim (ultra-ortodoxos) y sionistas – ¡todos los judíos juntos! ¡Qué fuerza tendremos! ¡Seremos capaces de superarlo todo!
Quizás tú digas: ¡Reñiremos! ¡Ese es el punto! Se necesita madurez para aceptar que somos diferentes, y a pesar de eso, no fundaremos 16 estados homogéneos distintos, ni tampoco un país en el que nos adueñaremos de los demás y los oprimiremos. ¡No!: La unión es la base. La unicidad es la columna vertebral del Estado. En aquel 5 del mes de Iyar (el día en el que fue declarada la independencia. N. del T.), se reunieron en el Museo de Tel-Aviv los distintos representantes de la nación, cada uno con su forma particular de pensar, y firmaron todos juntos la misma declaración, diciendo: Nosotros trabajamos juntos. Esa unidad tiene su alto precio, de dificultades y paciencia, pero la falta de unidad tiene un precio diez veces más alto. En la galut (exilio) adoptamos el principio básico de la unidad. Fuimos un pueblo disperso y disgregado, disperso geográficamente hablando, y disgregado desde el punto de vista de la orientación de las ideas. Sufrimos mucho por esa enfermedad. Pero ahora, la unión es cuestión de vida o muerte.
Gracias a D’s, nos curamos. Tenemos una base común muy fuerte para la unión. Sobre todo en nuestro ejército, se revela el resplandor de la unión en toda su gloria. Pero hay que añadir más aún.
Dijo el Rav Kuk: Nos reconstruiremos con amor gratuito – con el principio básico de la unidad.
 

Departamento ibero-americano

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El programa - dirigido por el Rav Rafael Spangenthal - está destinado para jóvenes de diecisiete años en adelante que desean reforzar su identidad judía por medio del estudio de la Torá en un marco agradable, que enfatiza el valor de nuestros lazos con el pueblo, la Torá y la Tierra de Israel.
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