Beahavá Ubeemuná
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Parashat Beaalotja     16 de Sivan 5770     No 769


La humildad
Rav Ioram Eliahu

En nuestra Parashá está escrito “y el hombre Moshe era muy modesto, más que todos los hombres que había sobre la faz de la tierra” (Bamidvar 12:3). En la Gmará (Nedarim 38A) Rabí Iojanan aprende de ello que “D’s manifiesta Su presencia sólo en una persona valiente, rica, sabia y modesta. Y todas esas cualidades las aprendemos de Moshe… Modesto – porque está escrito ‘el hombre Moshe era muy modesto’”. Al autor del libro “Torá Temima” le resulta difícil entender qué gran cosa es que sea valiente, rico y sabio, hasta tal punto que sea requisito para ser merecedor de la Shjina (manifestación de la presencia Divina) – “la modestia, seguramente es una gran virtud, y es muy apreciada por D’s… y también encontramos que la Torá se vincula con el que es humilde”, pero ¿qué tanto valor tienen esas otras virtudes que fueron mencionadas; sabio, rico y valiente?
Por ello, él explica que “no es semejante la humildad de una persona débil, desgraciada e ignorante a la humildad de una persona valiente, rica y sabia, y también de buena porte. Mientras que el primero – el pobre y débil – su humildad es natural, dada su situación inferior y su bajo espíritu, el segundo – rico y valiente – su nivel y sus aptitudes deberían hacer despertar en él el orgullo, y se atrevería a despreciar a los inferiores a él. Pero si una persona como esa es humilde realmente, se trata de una elevada humildad sin par. Y eso es lo que nos quieren enseñar: A pesar que Moshe era valiente, rico, sabio y de buen porte, era el más humilde sobre la faz de la tierra. Y D’s manifiesta Su presencia justamente en aquellos que siendo valientes, ricos y sabios no se enorgullecen y son también humildes – porque esas personas son las que se lo merecen” (Torá Temima, Bamidvar 12:3).
Es conocido el cuento de nuestros sabios de dos personas que apostaron quién logrará enojar a Hilel, del que dijeron que “siempre debes ser humilde como Hilel, y no severo como Shamai”. Una de ellas llegó en vísperas de shabat y le preguntó a Hilel todo tipo de preguntas extrañas, pero Hilel le respondió sus preguntas con paciencia, y no se enojó en absoluto. Y cada vez que llegaba para preguntarle gritaba “¿quién es Hilel?”, e Hilel salía a su encuentro y le contestaba “mi hijo, ¿qué deseas?”. De ello aprende el Rav Kuk que “de las condiciones de la humildad es que esté vinculada con el respeto por el prójimo. Pero el respeto no es la meta final, sino que se le debe unir también el amor. Y cuando se una el amor por el prójimo junto con el respeto, se expresará en las acciones, y la persona siempre estará dispuesta a hacer el bien por su prójimo. Y cuando la disposición a hacer el bien se una con el sentimiento de respeto y amor, entonces el prójimo estará dispuesto a recibir esa bondad, y no sentirá vergüenza o dificultad”. Por ello, Hilel le mostraba a esa persona su amor llamándolo “mi hijo”, “para demostrar su sentimiento de amor natural por él, como el amor de un padre por su hijo”. Y después de haber manifestado su amor, le decía “¿qué deseas?”, mostrando que “él está dispuesto a expresar su amor cumpliendo con su deseo, todo lo que pueda” (ver Ein Aya, Shabat, Pág. 136).
De nuestro Rav, el Rav Tzvi Iehudá Kuk aprendimos que “la humildad frente a D’s es reconocer que el Señor del Mundo es el origen de todo, la raíz de todo. Todo lo que poseemos no es nuestro, todo nos llega de D’s, y no tenemos de qué enorgullecernos”.
En forma similar, la Torá nos indica que tenemos una Sgulá (esencia espiritual intrínseca) especial: ¿Acaso tenemos de qué enorgullecernos? No nos hicimos a nosotros mismos, así fuimos creados. Rabí Iehudá HaLevi define esa idea en pocas palabras: “Todo es de Él, y no de nosotros”. Todo proviene de Él, bendito sea, y nosotros no somos el origen (Sijot HaRav Tzvi Iehudá, Bereshit, Pág. 34).
Nos reforzaremos en esa virtud, y seremos merecedores de una adquisición auténtica de la Torá, como nos enseñaron nuestros sabios: “La Torá se conserva en el que es humilde” (Taanit 7A).

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Rav Shlomó Aviner La división imaginaria
Rav Shlomó Aviner

El Rav Kuk describe en su artículo “Masa HaMajanot” (Maamarei HaReaya, Pág. 76) con gran dolor una nueva enfermedad que atacó a la nación en las últimas generaciones, que es el origen de todas las otras enfermedades: La división en sectores, que él apoda “jaredim” y “jofshim” – y en la terminología de nuestros días, datiim (religiosos) y jilonim (seculares). No hay una división de ese tipo en la Torá, ni en los libros de los profetas, ni en la Mishná, ni en la Gmará, ni en los escritos de los Rishonim ni de los Ajaronim.
Por supuesto que las personas son distintas en su nivel espiritual, pero eso no justifica la clasificación en sectores, grupos o partidos. Esa tozudez, cuando cada uno se encierra en su sector propio, ese extremismo no es justificable, y es un obstáculo que impide toda la vida sana y pura de la nación.
¿Por qué? Porque bloquea toda influencia y complementación mutuas. Cada uno está satisfecho sintiéndose parte de un sector – imaginario – determinado, en el que encuentra toda su plenitud, y se imagina que él posee toda la verdad, toda la justicia y toda la rectitud, y no tiene lo qué aprender de los demás. Es decir: El religioso – o para ser más exacto, el que se define a sí mismo en forma imaginaria como perteneciente al sector llamado dati o jaredi – mira “de arriba” al sector jilonijofshi, y le hace entender que él es el que tiene que arrepentirse sinceramente de sus acciones. Para él, todo el concepto de arrepentimiento y corrección, de introspección, existe sólo para el otro sector. Por eso, cada vez que se habla de arrepentimiento, de persona que se arrepiente, o de un movimiento de arrepentimiento, él mira al otro sector – que lo ve vacío y falto de todo resabio de Torá o mitzvot. Allí es necesario el arrepentimiento, se habla de “ellos”, y no de “nosotros”.
Y para el jiloni o jofshi – es decir, el que se imagina que pertenece al sector que lleva ese nombre – por supuesto que todo concepto de arrepentimiento es un concepto religioso, con fuerte olor a jaredi y no tiene lugar en su mundo, un mundo de progreso y modernismo.
Y de esa forma los unos y los otros salen perdiendo, todos salimos perdiendo, ¿de dónde llegará el remedio? Y no es necesario explicar que la unidad de la nación será dejada de lado.
El Rav Kuk utilizó un término agudo: “No tenemos más remedio que dejar de utilizar esos nombres del Baal (culto al Sol) en nuestro campamento”.
Como hemos dicho, por supuesto que hay diferencias de niveles, pero se trata de una diferencia personal, no pública. Hay una idea antigua, que citan en nombre del Ar”i z”l respecto a tres niveles del público: Tzibur (público) es siglas de tzadikim (justos), beinonim (medianos) y reshaim (malvados). Pero se está hablando cuando cada uno piensa que “incluso si todo el mundo te dice que eres tzadik, debes verte como un rashá” (Nida 30B) – no quiere decir que la persona debe desesperar, sino que siempre debe hacer su introspección y arrepentirse de sus malas acciones. Pero si avanzará otro paso, y comenzará a clasificar a su prójimo – desde su cátedra de tzadik – como rashá o incluso beinoni, no es a eso a lo que se refirieron nuestros sabios.
Por el contrario, debe juzgar para bien a su prójimo. Y buscar sus defectos propios y corregirlos.
D’s le hizo una gran bondad a Su pueblo cuando esparció las aptitudes en toda la nación. Todos tienen un destello de la luz, y sólo todos juntos pueden cumplir: “Y harán todos juntos una misma alianza, para hacer Tu voluntad, con todo el corazón” (rezo de Iamim Noraim).
 

Departamento ibero-americano

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Director del Departamento ibero-americano
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