Beahavá Ubeemuná
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Parashat Balak     12 de Tamuz 5769     No 724


Volviendo a la rutina
Rav Eial Vard

En el campamento de Israel todo está tranquilo. Otro día común y corriente - como los anteriores y como los que seguirán. Todavía están esperando la entrada a Eretz Israel (la Tierra de Israel) – otro poco, menos de un año.
Y mientras tanto, el campamento lleva una vida de rutina. Juntan el Man (alimento milagroso) por la mañana, estudian Torá con Moshé, en el Mishkan (Tabernáculo) trabajan los Cohanim (sacerdotes), cada tribu descansa en su propio lugar en el campamento, y cada mujer visita a su vecina que acaba de tener un nuevo hijo. Una rutina del desierto.
Y en la peña frente a ellos, los observan dos personas. Tratan con todas sus fuerzas de encontrar algún aspecto negativo, alguna pequeña grieta que a través de ella puedan vaciar todo el veneno que llevan dentro de ellos, algún pequeño orificio que pueda ser un conducto para que el veneno penetre y se esparza. Ellos, ahí abajo, no saben qué terrible peligro los acecha desde el Ieshimon. Si supiesen, seguramente se juntarían para rezar, decretarían ayuno y asamblea, se reunirían alrededor de Moshé y le rogarían que rece por ellos, que no deje de implorarle a D's en ese difícil momento. Quizás el momento más difícil que tuvieron que pasar hasta ahora...
Pero ellos no saben nada, y continúan con su vida rutinaria común.
Y en la peña esas dos personas construyen siete altares y ofrecen siete becerros: El Mundo de la Naturaleza recibe sus sacrificios. Ellos están seguros que sólo es cuestión de tiempo, o del ángulo correcto de observación, y pronto encontrarán la grieta, el único momento en el día en que el padre se enoja con sus hijos, en que los cónyuges discuten – y seguramente la discusión pasará al odio y la ira, acompañada de un poco de mezquindad que seguramente la hay. O quizás haya un vistazo de envidia al patio del vecino – cosas que la rutina diaria está llena de ellas. Así es la naturaleza de las cosas. Y a través de ese pequeño punto ya se podrá romper la coraza y maldecirlos. Ampliar ese pequeño momento, y transformarlo en una maldición continua, en una realidad.
Pero no hay.
40 años con Moshé, con la Torá, tomaron un pueblo cuya rutina de vida era una maldita esclavitud, y lo transformaron en un pueblo que su vida no tiene ningún defecto. "No hay daños ni pérdidas, ni quien se queje en nuestras calles" (Tehilim 144:14).
Y ellos ni siquiera saben que así son. Ellos no sabían que su rutina diaria está colmada de amor por D's, de vinculación con Él, de normas de comportamiento correctas, de recato, de buena mirada – les parecía tan natural y sobreentendido que las puertas de las carpas no estaban orientadas una frente a la otra,
¿acaso puede ser de otra forma?
Y de momento que no lo saben, hay que hacérselos saber, contarles las alabanzas de esa rutina, contarles su fuerza y potencia, y de qué forma los protege de todo tipo de personas que los miran con mezquindad y malos pensamientos en el corazón.
Entonces, Moshé les cuenta: "Que alquiló  contra ti a Bilam, hijo de Beor, de Petor en Aram Naharaim para maldecirte. Pero el Eterno no consintió en escuchar a Bilam, y el Eterno, tu D's, transformó para ti la maldición en bendición, ya que el Eterno, tu D's, te amaba" (Dvarim 23:5-6).
¿
A nosotros nos quisieron maldecir? ¿Cuando? ¿Cuando estábamos frente a los montes de Moav? ¿Y no lo lograron?... ¿Y tanto nos ama D's, que no se enojó ni un poquito en esos días, y convirtió las maldiciones en bendiciones?  ¡Bendito sea D's para toda la eternidad!
Pero Moshé lo sabe todo, y les lee una por una las bendiciones de Bilam - y también cuáles eran sus intenciones. Su boca está llena de maldiciones, su ojo derecho está tapado y todo él mira las cosas por su lado izquierdo. Pero frente a él se encuentra la sencilla rutina del Campamento de Israel, una rutina en que las tiendas están una al lado de la otra - tan cercanas, pero al mismo tiempo en forma tan recatada. Nadie mira lo que no le pertenece, nadie busca lo malo para el prójimo, las puertas no están orientadas en dirección del vecino... La rutina del desierto. Frente a esa rutina, él se disuelve y cae: Su boca ya no le obedece, y la lengua se mueve de por sí misma, articula lo que le ordena su Creador – alabanzas y halagos para la nación cuya sencilla rutina venció al hechicero de fama mundial, que miraba todo para mal. 

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Calas
Rav Lior Engelmann

Las calas son flores lindas. Florecían en abundancia en el jardín de la abuela – bendito sea su recuerdo. Ya desde que era una niña me gustaba acercarles la nariz, olerlas, tocarlas. Me gustaba su blanco brillante y la textura de terciopelo de sus pétalos. Me gustaba el aroma que me dejaban las calas en mis manos. Me parece que en aquel entonces, cuando era una niña, me gustaba también el nombre de esa flor. Por su blancura, estaba convencida que el nombre "cala" es por que se asemeja a una novia (cala, es novia en hebreo. N. del T.). Me gustaba mucho el sonido, "calas". Muchos años antes que la palabra "cala" comience a ser sinónimo de las torturas y la esperanza...
No sabía en aquel entonces que la palabra "cala" me perseguirá día tras día, hora tras hora. Ser novia... Cuando me paseaba por el jardín de calas de la abuela, todo parecía tan sencillo. Un muchacho, una muchacha, una sonrisa, amor - novio y novia. No sabía en aquel entonces que la proposición de casamiento de Nadav – que se sentaba al lado mío en el jardín de infantes – sería la última proposición seria que recibiría.
"¡Por ahora! ¡No te olvides, es por ahora!" – llega a mis oídos de ningún lado la voz de la tía Jaia. "Treinta y un año no es el fin".
"Treinta y tres", la corregí – pero la tía Jaia bien conoce sus oídos, y nunca los hará doler prestando atención a lo que no quieren oír. Ella sabe cuidar la salud de sus oídos – y yo no...
Cuando era una niña, no sabía cuántas palabras entrarán en mis oídos sin pedir antes permiso, cuántas personas preocupadas me sermonearán sin autorización. "Tú eres demasiado selectiva ¿Todavía no te han dicho que donceles cabalgando en caballos blancos..."
"... hay sólo en los cuentos de hadas?", terminé la frase. Por supuesto que lo se. Incluso si tuviese serios problemas de entendimiento, una oración como esa que es repetida miles de veces al final es asimilada. Yo sé que hay algo de cierto en eso: Quizás soy demasiado selectiva, y quizás sencillamente tengo miedo – pero si le preguntarán a mi tía Jaia, en su opinión yo tendría que haberme casado con el muchacho que en el primer encuentro me hizo jurar que cuando nuestro hijo esté enfermo, yo me quedaré en casa cuidándolo para que él pueda continuar estudiando Torá. "Y... ¿cómo dijiste que te llamas?", se acordó de preguntar después de haberme hecho jurar.
"En realidad, tú no quieres casarte", "tú eres una mimada", "tú te piensas que llegará un novio en bandeja", "tú no estás dispuesta a ceder, no te atreves", "con una mano en el corazón, tú sencillamente tienes miedo" – voces y truenos penetran en mi corazón, sacuden mi ser, me hacen doler. Es cierto, las reprimendas son lo más fácil de soportar – lo peor, es el silencio... El silencio de mamá, después que yo le digo nuevamente "se terminó". La mirada de dolor, de desaliento. Los ojos que me golpean como un látigo, me hacen sufrir más que todos los discursos de la tía Jaia. A fin de cuentas, mi madre y la tía se criaron en una misma casa, la casa de la abuela – y en su jardín crecieron calas y novias magníficas. Quién se imaginaba, que justamente en la parcela de mamá crecerá una novia que no logrará casarse...
La tía Jaia no estuvo en mi último encuentro: Ella no vio la cara del muchacho que estaba frente a mí cuando se enteró de mi verdadera edad. "Pero, me dijeron que tienes 28..." dijo como culpándome de algo, como si me hubiese "pescado" mintiendo, falsificando documentos – y no importa en lo más mínimo que él mismo está cerca de los 40...
¿Qué le diré a mamá? Que traté y traté decenas de veces – de interesarme, de sonreír, de caer en gracia... Pero más allá de la disculpa de "yo no se, pero no somos tan afines", ya aprendí que ni mi sonrisa ni mis modales logran disimular la nariz que heredé de la abuela, ya hace muchos años. Una nariz muy judía, que salteó a mi mamá y a la tía y aterrizó justo en medio de mi cara.
"No es la nariz, es la cabeza" se escucha la voz de la tía Jaia, punzante y autoritaria. Quizás tú tienes razón, tía, pero mi cabeza dice que también la nariz tiene que ver con que cada Shabat la frase "la gracia es engañosa, y la hermosura es una vanidad" (Mishlei 31:30) me zumba en los oídos – con la conocida entonación de la casa de mis padres, por ahora...
"Por ahora" – otras dos palabras que aprendí a odiar. "Por ahora" no estoy casada, pero eso cambiará. "Por ahora" vivo aquí, pero sólo "por ahora". Yo trabajo "por ahora", sólo hasta el casamiento. Ya hace diez años, pero "por ahora"... hasta que aparezca el novio anónimo que no he encontrado "por ahora". "Por ahora" debo continuar rindiendo cuentas a mis padres de todo lo que me pasa en la vida, "por ahora" no debo pensar en las muchachas de mi edad que se casaron ya hace años, y sus hijas adolescentes les rinden cuentas. "Por ahora" debo morderme los labios en los compromisos y festejos de casamiento, cuando escucho las eruditas disertaciones de que "todo el que no tiene mujer, no tiene Torá, no es bendito, y no tiene alegría". Escuchar, y aguantar las lágrimas, que no se apiaden de mí. Escuchar, y sonreír una sonrisa recatada - como si fuese auténtica - que no hablen mal de mí a mis espaldas...
"Por ahora" la vida dejó de andar – vivo esperando, todo es "por ahora".
"No todo se detuvo, el reloj biológico no". Yo se, nuevamente la tía Jaia entra en mis pensamientos – debo aprender a taparme los oídos. Y por ahora, trato de no amargarme – y no tengo mucho éxito, por ahora. Trato de no tener pretensiones ni de desilusionarme de mis amigas, que esperaron muchos años y finalmente se casaron - y se olvidaron que hay gente del "por ahora".
Y por ahora, espero el timbre del teléfono. Ayer nos encontramos por primera vez. Fue justamente un encuentro bueno, un ambiente muy agradable. A la tía no le conté nada del encuentro ("llegó el momento que hagas algo, que tomes iniciativa"), tampoco le conté a mamá (una mirada apagada, silencio). Y ahora, estoy sola en el mundo – esperando. Quiero tanto compartir – y no puedo. "Nuevamente te amargas..." – ¡muchas gracias, tía Jaia, gracias!
Por ahora, estoy pendiente del teléfono. Cada timbrazo puede que sea la música de mi vida, el sonido que me viene a redimir de una vida detenida, que me salvará de mi vida de soltera. Después de todo encuentro, me tensiono pensando en el próximo timbrazo y la charla que lo seguirá – y entre los encuentros, anhelo el timbrazo que me hará saber de un nuevo muchacho a conocer.
Puse el teléfono en mi bolsillo, y salí de casa. Mis pies me llevaron a la casa de la abuela. La casa está desolada, las espinas crecieron en el jardín. Hace cinco meses que la abuela falleció, pero la casa no está para alquiler. "No conviene alquilar por ahora, dentro de poco se casará la nena" – así convenció la tía Jaia a mamá, cuando yo escuchaba en silencio. Ella realmente me quiere, la tía. "Es fuerte como la muerte, el amor..." (Shir HaShirim 8:6).
Pasee por el patio de la abuela, buscando algo. Todo cambió aquí, se siente un poco triste. Espinas y púas - y sobre todo, desolación. Silencio. Demasiado silencio. Cuando la abuela vivía, ella nunca calló. Diez medidas de parloteo recayeron sobre nuestra familia, la tía Jaia y la abuela se las repartieron entre ellas, y le dejaron a mamá dos puñados llenos de silencio. De pronto el silencio fue roto – un timbrazo fue escuchado. Contesté el teléfono. Su voz era vacilante, pero agradable. Una conversación comenzó a trenzarse entre él y yo – él es muy delicado. Comencé a alejarme de la casa de la abuela, mientras hablamos.
Con el rabillo del ojo la vi: Una cala - blanca, vestida de novia - todavía florece entre las espinas...

Departamento ibero-americano

Majón Meir abrió sus puertas para alumnos ibero-americanos de habla hispana y portugués, y te invita a tener esta experiencia única de estudiar Torá en su ambiente tan especial en la ciudad de Ierushalaim.
El programa - dirigido por el Rav Rafael Spangenthal - está destinado para jóvenes de diecisiete años en adelante que desean reforzar su identidad judía por medio del estudio de la Torá en un marco agradable, que enfatiza el valor de nuestros lazos con el pueblo, la Torá y la Tierra de Israel.
Para aquellos que lo deseen, existe también en el Majón un ulpán de hebreo bajo la órbita del Ministerio de Educación.
Para más información los invitamos a llamarnos o escribirnos:
Director del Departamento ibero-americano
Rav Rafael Spangenthal
Tel.: 972-8-9285216
Cel: 972-52-4501467
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