Edición semanal
Basada en materiales de Majón Meir

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Parashat Naso     12 de Sivan 5778     1170 


Rav Eran Tamir

Identidad y singularidad
Rav Eran Tamir

La Torá repite doce veces las ofrendas de los ministros en la inauguración del altar, como figura en nuestra Parashá (Bamidvar cap. 7). ¿Qué necesidad hay de repetir  una y otra vez toda esa “lista”?: “Su ofrenda fue una jofaina de plata cuyo peso era de ciento treinta siclos, una escudilla de plata de setenta siclos según el siclo sagrado, ambas llenas de sémola revuelta en aceite para la oblación, un cucharón de diez siclos de oro, lleno de sahumerio, un novillo, un carnero y un cordero de un año para ofrenda de ascensión, un macho cabrío para ofrenda de pecado, y para el sacrificio de la ofrenda de paz, dos bovinos, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año”, una repetición que a primera vista es totalmente innecesaria, porque no hay ninguna diferencia en ningún detalle en esa “lista”. A primera vista la Torá tendría que describir solo una vez la ofrenda, y luego decir algo así como “así ofrecieron todos los ministros…”, y alcanzaría con ello.
¿Cuál es el sentido de ese repetido innecesario?
Podemos decir que muchas veces nosotros “buscamos” nuestra expresión singular justamente en acciones exteriores que son vistas por el público y la sociedad, pensando que la singularidad de cada persona (y en este caso, cada tribu) depende de las acciones superficiales distintivas que él hace. La sociedad juzga todo según la consecuencia técnica notoria a los ojos de carne y hueso, como se expresa en el comportamiento, vestido, etc. Las consecuencias de esa concepción superficial son muy notorias en nuestro mundo “moderno”, y figuran en diversas formas y matices, cuando la meta es ser distinto, especial…
De la ofrenda de los ministros de nuestra
Parashá hay que aprender que la singularidad auténtica de cada persona emana de su mundo interno – su concepción, sus valores, sus virtudes, sus aspiraciones y su kdushá (santidad) – que influyen en forma interna, oculta, en sus acciones externas, que según un punto de vista superficial muchas veces son idénticas a las de su prójimo.
Por ello, desde el punto de vista técnico las ofrendas eran idénticas, para enseñarnos que la singularidad de cada ofrenda no fue consecuencia de su composición material, sino que fue consecuencia de la personalidad interna y el contenido singular de cada ministro de cada tribu según lo que es, y en base a eso la influencia espiritual singular de cada ofrenda – “esa fue la ofrenda de Najshon Ben Aminadav… esa fue la ofrenda de Netanel Ben Tzuar…”, etc.
Ese principio es pertinente a todos los campos de nuestra vida, ya sea en las acciones relacionadas con lo santo – como el estudio de la Torá y el cumplimiento de las
mitzvot – o con lo laico – como los buenos modales entre las personas, trabajo, etc. Como escribió el Rav Kuk (Orot HaTorá 2:1) en cuanto al estudio de la Torá  (del que emana todo): “Todo el que estudia Torá expresa el potencial de la sabiduría por parte de su alma, y por supuesto que no se asemeja el resplandor que se renueva con la unión de la Torá con ese alma, al resplandor que nace de la unión de ese otro alma, y por lo tanto, añade Torá con su estudio…”.


Rav Shlomó Aviner

Si te encuentras con un prúsico…
Rav Shlomó Aviner

(Charla impartida en el Beit Kneset Rabí Iehudá HaJasid en la noche de Iom Ierushalaim).
“Este es el día que ha hecho el Eterno, nos regocijaremos y nos alegraremos en él” (Tehilim 118:24). Desde la Declaración de la Independencia, día y noche estamos alegres. E incluso si hay problemas y complicaciones que nos preocupan, a fin de cuentas estamos alegres. “Grandes cosas ha hecho el Eterno por nosotros” (Tehilim 126:3). Y desde que regresamos a Ierushalaim, estamos más alegres. “Me alegré cuando me dijeron, vayamos a la Casa del Eterno” (Tehilim 122:1). “Ierushalaim que fue edificada como una ciudad unificada. Porque allí subieron tribus, las tribus del Eterno, como testimonio para Israel” (Tehilim 122:3-4).
Hay que recordar que durante dos mil años esta ciudad estuvo en ruinas. Y no solo estuvo en ruinas, sino que era un símbolo internacional de ruina, y sobre todo de la ruina de Am Israel (el Pueblo de Israel). Cuando Napoleón conquistó Prusia hace doscientos años, es cierto que al final lo echaron, pero los prúsicos sintieron mucha vergüenza; ¿cómo es que el gran reinado, poderoso y fuerte, fue vencido por los simples franceses? Tenían que encontrar algún culpable. ¿A quién culparon? Por supuesto, a los judíos… Por ello, cuando encontraban un judío en la calle, le propinaban fuertes golpes y le gritaban: Hierosolyma est perdita – Ierushalaim está perdida. La Ierushalaim de ustedes está perdida, y ustedes están perdidos.
Por ello, si se encuentran con un prúsico, muéstrenle a Ierushalaim y díganle: ¿Aja? ¡¿Ierushalaim está perdida?!
Hace unos doscientos años un católico francés, Chateubriand, escribió libros para entusiasmar a los cristianos a humillar a Am Israel, y sobre todo al pueblo que habita en Tzion, los pocos restos que quedaron en Ierushalaim. Y así está escrito en su libro “La marcha de Paris a Ierushalaim”: “En contraste a la nueva Ierushalaim (así la llaman los cristianos) que surge del desierto, fulgurante, miren entre el Monte de Tzion y el Templo, miren al pequeño pueblo que vive separado de todos los habitantes de la ciudad. Él es motivo especial de todo oprobio, baja su cabeza sin protestar, sufre todas las degradaciones sin exigir justicia, soporta todos los golpes sin quejarse, le exigen su cabeza y él la presenta a la espada.
Si uno de esa sociedad excomulgada muere, su compañero marchará por la noche a enterrarlo en secreto en el valle de Iehoshafat a la sombra del Templo de Shlomó. Entren a la casa de alguno de ese pueblo, encontrarán una pobreza estremecedora, donde él les lee a sus hijos un libro misterioso. Lo que él hizo hace cinco mil años, todavía lo hace hoy en día. Él presenció 17 veces la destrucción de Ierushalaim, y nada lo desespera, nada le impide dirigir su mirada a Tzion. Cuando se ve a los judíos diseminados sobre el globo terráqueo de acuerdo a la decisión del dios, seguramente nos extrañamos mucho. Pero para extrañarnos en forma sobrenatural, hay que verlos en Ierushalaim. Esos dueños legítimos de la Tierra de Iehudá son ahora esclavos y extraños en su propia tierra. Hay que verlos bajo todas las torturas esperando al rey que los redimirá. Quebrados y oprimidos bajo la cruz que gobierna sobre ellos y les está clavada en la cabeza, se esconden alrededor del Templo, del que no quedó ni una sola piedra. Ellos se empecinan en su ceguera deprimente. Los persas, los griegos, los romanos desaparecieron de la tierra, y ese pequeño pueblo que los antecedió todavía existe, sin mezclarse en absoluto, en las ruinas de su patria. Si entre los pueblos hay alguno que tiene esencia de milagro, por lo visto es este”.
Por ello, si ustedes se encuentran con Chateubriand, muéstrenle a Ierushalaim y díganle: ¿Aja? ¡¿Ierushalaim está perdida?!
Gracias a D’s volvimos a Ierushalaim, que para nosotros es dos cosas. En primer lugar, “allí subieron tribus, las tribus del Eterno, como testimonio para Israel” (Tehilim 122:3-4). “Ierushalaim que fue edificada como una ciudad unificada”. “Todos los miembros de Israel compañeros” (bendición del mes). No es cierto que hay datiim (religiosos) y jilonim (seculares), derechistas e izquierdistas, jaredim (ultra ortodoxos) y sionistas: Somos un solo pueblo. En cuanto a los detalles de la halajá, de la vida, por supuesto que hay diferencias, pero en cuanto al punto central, al alma, el resplandor Divino que hace a Am Israel, no hay ninguna diferencia. Somos un pueblo. En el exilio quizás lo olvidamos, por ello día y noche debemos recordarnos “y quién como Tú pueblo Israel, un pueblo en la tierra” (Shmuel Bet 7:23). Hay que repetirlo día y noche. El común denominador es mucho mayor que lo que nos diferencia. El común denominador es Divino, es el alma. Lo que nos diferencia es humano, depende del libre albedrío de la persona. En Ierushalaim hay amor, “como una ciudad unificada”.
Lo segundo, es la emuná (fe). La cura de la nación de sus enfermedades será a través del añadido de emuná. El pueblo que habita en Tzion todavía está enfermo, pero se va curando, hasta que llegará al sanado pleno. En el rezo de Shmoná Ezre se habla del sanado pleno, pero también una cura parcial es un saneamiento. Hay una tshuvá (arrepentimiento) plena, pero también una tshuvá que no sea plena es llamada tshuvá. Hay una gueulá (Redención) plena, pero también una gueulá parcial es gueulá. Pero una cura plena, una tshuvá plena y una gueulá plena, llegan a través del estudio de la emuná, de la profundidad de la emuná. Por supuesto, todos los temas de la Torá son santos, todo libro, toda página, todo renglón, toda palabra. Ellos fueron sellados con el elevado sello Divino. Pero la cura de la nación será a través del profundo estudio de la emuná, la más grande profundidad, lo más interno, la profundidad del alma de Ierushalaim.
Porque un pueblo necesita ejército, necesita un país, necesita economía, necesita política, necesita organización, necesita orden – pero por sobre todo, y dentro de todo, necesita alma. El alma mora aquí. El alma es la emuná, y cuando estudiamos emuná, a través de ello ella se revela en la nación. Como explica el Rav Kuk en su libro Orot, que nuestro programa son dos que son cuatro: Amor y emuná, Torá y mitzvot. En base al amor y la emuná, surgirán más y más Torá y mitzvot.
Cuentan en la Gmará en cuanto a un sabio que unió la gueulá y el rezo, y la sonrisa no lo abandonó todo el día (Brajot 9B). Y también nosotros, cuando nuestra gueulá se une con nuestros rezos, desde ese entonces estamos contentos hasta hoy en día, y nos vamos alegrando más y más hasta la gueulá plena, con las maravillas de D’s para con Su pueblo, en Su tierra.                                                                    


Meorot HaShabat

El cometido de esta sección es familiarizar a los lectores con las pautas básicas del Shabat. Cada uno debe aconsejarse con la autoridad rabínica en su comunidad en cuanto a los detalles de las numerosas y a veces complejas halajot del Shabat, y no limitarse a lo escrito en esta sección.
La salida del Shabat
La cantidad de vino mínima necesaria para poder recitar la bendición de Habdala es reviit[1]. Por ello, cuando tiene sólo una copa que no contiene reviit, o cuando no tiene esa cantidad de vino para llenarla[2], no puede hacer Habdala con ella[3].
Se acostumbra a llenar la copa de Habdala hasta que desborda y se vuelca un poco de vino de ella. Eso es en señal de abundancia al comienzo de la semana[4], ya que toda casa en la que no se vuelca vino como agua, no hay en ella abundancia[5]. Pero hay que cuidarse de volcar sólo un poco y no demasiado, porque de lo contrario se echa a perder vino[6].
Hay que beber de la copa de Habdala un volumen de reviit completo. La razón es porque cuando se bebe del vino u otras bebidas hay dudas en cuanto a la cantidad necesaria para tener obligación de bendecir sobre esa bebida al finalizar. ¿Acaso alcanza con beber kazait [que es como un tercio de reviit]? ¿O se necesita beber reviit[7]? Para cumplir con todas las opiniones sin dudas, escribió el Shuljan Aruj que cada vez que bebe, beberá menos que kazait, o por lo menos reviit[8]. De momento que en cuanto a la copa de Habdala [y toda otra copa sobre la que se recita una bendición] no puede beber menos que kazait, porque para cumplir la obligación de la Habdala tiene que beber por lo menos melo lugmav[9] que es más de la mitad de reviit [de una persona común][10], por ello debe beber un reviit completo, y luego de beber bendecirá la bendición correspondiente [mein shalosh][11].


[1]El volumen de reviit, en opinión del Gaón, Rav Jaim Nae es 86 cm3, como el valor numérico de la palabra “kos” [copa, en hebreo]. Y en opinión del Jazon Ish es 150 cm3, como el valor numérico de “kos hagun” [copa respetable].
[2]Y eso se refiere cuando el vino ya fue diluido y no se le puede agregar más agua, porque si no es así le puede agregar agua para aumentar el volumen (Shuljan Aruj, Orej Jaim 296 inciso 3). Y Ben Ish Jai (segundo año, Vaietze inciso 8) citó al Moharja”n que escribió que no se debe agregar agua a la copa de Habdala en absoluto. Y escribió Kaf HaJaim (allí, inciso 7) que eso es cuando tiene suficiente vino, pero si no tiene un volumen de reviit, y puede completarlo hasta reviit agregando agua, no dejará de hacer Habdala por ello.
[3](Ramba”m, Hiljot Shabat 29:7. Shuljan Aruj, Orej Jaim 296 inciso 3).
[4](296 inciso 1, Ram”a. Mishná Brurá inciso 5. Kaf HaJaim inciso 9 10). Y en Mate Moshé escribió que la razón por la cual se vuelca, es según la Kabala (allí, Maguen Avraham inciso 3).
Y véase Ram”a que escribió que debe volcar durante la bendición, antes de terminarla. Pero los Ajaronim coincidieron en que cuando sirve el vino en la copa, agregará vino hasta desbordarla (Ta”z inciso 1, Maguen Avraham inciso 2. Mishná Brurá allí). Y véase Kaf HaJaim (inciso 10 11) que dijo que hay quienes se cuidan de no volcar en absoluto el vino de la Habdala.

[5](Iruvin 65A).
[6](Allí, Mishná Brurá inciso 5. Kaf HaJaim inciso 12, citando al Ta”z). Y véase Kaf HaJaim (allí, inciso 10) citando a Maguen Avraham y Eliha Rabah que si vuelca sólo un poco no es considerado desprecio de la bebida.
[7]Por un lado puede ser que el volumen es como en cuanto a la comida, es decir kazait, o por otro lado el volumen es reviit como encontramos en varios temas de la Torá en cuanto a la cantidad de líquidos necesaria (190 inciso 3, Mishná Brurá inciso 10 11).
[8](Allí, inciso 3. Mishná Brurá inciso 14. Kaf HaJaim inciso 18).
[9](296 inciso 3. Mishná Brurá inciso 23. Kaf HaJaim inciso 16. 190 inciso 3).
[10]Véase anteriormente, en las halajot de Kidush.
[11](Allí, Kaf HaJaim inciso 16). Pero en cuanto al Kidush, de momento que no bendice luego de haber bebido sino que lo exime con la bendición al final de su comida [o lo incluye en la bendición mein shalosh junto con mezonot], alcanza con que beba melo lugmav.
Si la copa con la que hace Habdala tiene sólo reviit, el que recita la Habdala deberá beberla completa, y no les dará a probar a los demás, para que no tenga dudas respecto a la bendición posterior (296, Mishná Brurá inciso 6. Kaf HaJaim inciso 15 citando a Maguen Avraham).