Parashat Bereshit
24 de Tishrei 5775
La Shmita y
el trabajo
Rav
Shlomó
Aviner (Iturei
Ierushalaim 11, Pág. 6)
A
primera
vista, la Shmita
(descanso de la tierra en el séptimo año) es
contraria a toda la Torá:
¡Durante todo un
año, no se trabaja! También el orden social es
desbaratado: Toda persona puede
tomar lo que le plazca. El orden normal – cuando la persona se procura
su
sustento con su trabajo – en el año de Shmita cesa. A primera vista, eso estimula la
holgazanería, el parasitismo, cuando la persona come de lo que
otros hicieron.
Y debemos preguntarnos: Si todo ese orden singular del año de Shmita
es
tan bueno, ¿por qué no es fijo? ¿Por qué
sólo una vez cada siete años? Y si no
es bueno – ¡no debería ser correcto hacerlo en absoluto!
El año de Shmita,
es llamado "Shabat", el Shabat de la tierra. Su papel,
es semejante al del Shabat en relación con los
días de la semana: Ambos
son llamados "Shabat para D's". El Rav Kuk explica que
"esta vida que llevamos, con su esencia práctica, nos esconde la
majestad
espiritual del alma Divina" (Prólogo a Shabat HaAretz). La vida
común nos
esconde el aspecto interior de la vida del hombre, y por ello es
necesario que
haya períodos de descanso, cuando se deja de hacer. La persona
trabaja durante
toda la semana, y finalmente cuando llega el Shabat, puede
encontrarse
nuevamente con su alma, con D's. Todo lo que la persona desea alcanzar
y no lo
logra en los días de la semana – lo logra en Shabat.
Todo lo que es
ocultado en los días seculares, se revela en Shabat. El
descanso del
trajín cotidiano libera al alma de su prisión, y le
permite expresar su kdushá
(santidad) (Prólogo a Shabat HaAretz).
El mismo
principio básico se encuentra en la Shmita,
sólo que el Shabat es para la persona
como particular, y la Shmita
para la nación como tal. Existe una contradicción
continua entre la vida
nacional y social en la práctica, y la aspiración de
"amarás a tu prójimo
como a ti mismo". La vida secular - con su esfuerzo y
preocupación, con su
competencia - genera una contradicción continua entre el ideal
de bondad,
misericordia y compasión y la adquisición de riquezas.
Por ejemplo: Si una
persona le debe dinero a su prójimo, debe pagarle. ¡Si no
lo hará, su compañero
lo demandará frente a un tribunal! ¡En el tribunal se
encuentran talmidei
jajamim (eruditos del estudio de la Torá)
justos, que se encargarán de que la deuda sea
pagada, hasta el último centavo! ¡¿Acaso eso es
amar a su prójimo como a sí
mismo?! ¡Pero si la persona no cuidará de sus
pertenencias, la sociedad será un
caos! No hay más remedio, hay que cuidar las pertenencias y
adquisiciones de
uno mismo.
Por otro lado,
esa situación merma la sensibilidad moral de la vida. Cuando la
persona se
preocupa todo el tiempo de sus riquezas particulares, no le permite a
nadie ni
tocarlas, seguramente que el que le debe se siente mal, pero
también el que
demanda a su prójimo no se siente bien con ello. Su actitud
debilita toda su
conciencia de amor y hermandad. Por ello, es necesario que de vez en
cuando se
haga una pausa. No en todos los campos: Sólo en la agricultura y
en las deudas.
Es necesario que el fulgor Divino se exprese de vez en cuando con todo
su
brillo, y nadie haga sufrir a su prójimo. El comercio estimula
la codicia: En
el año de Shmita, la producción agrícola
es destinada sólo al consumo, y
no se la puede comercializar. El comercio es necesario en la vida, pero
no es
un ideal en sí. En el comercio hay un afán de ganar
más y más dinero – que es
lo que corrompió el valor del trabajo. Los cristianos sostienen
que el trabajo
es una maldición, sobre todo el trabajo agrícola. Ellos
lo deducen de
versículos como "maldita será la tierra a causa de ti"
(Bereshit
3:17), y similares. Nosotros también nos percatamos de esos
versículos, pero no
está escrito que el trabajo en si es una maldición: El
hombre introdujo una
maldición en el trabajo, por el pecado. Por supuesto que un
trabajo monótono,
duro y mecánico, sin necesidad de ningún razonamiento, no
eleva a la persona,
ni lo hace realizarse, sino que lo arruina. Pero la culpa la tenemos
nosotros,
que edificamos un sistema de producción en base al afán
de ganar más dinero,
por la envidia. Cuando el hombre sea corregido desde el punto de vista
moral,
el orden de producción en la industria y el comercio
serán edificados según las
necesidades del hombre, y no según la codicia.
El pecado del
hombre hizo que "cuando trabajes la tierra, no te volverá a dar
su
fuerza" (Bereshit 4:12), y "espinos y cardos producirá para ti"
(Bereshit 3:17). Pero cuando nos elevemos desde el punto de vista
espiritual,
también la tierra se elevará. Cuando el hombre se libere
del pecado, cuando se
libere de la codicia, también la tierra se liberará de su
maldición.
En el futuro,
el trabajo de la tierra será como en el Gan Eden
(Paraíso). El Primer
Hombre trabajaba la tierra, como dice el versículo: "Y lo puso
en el Gan
Eden, para que lo trabajase y lo preservase" (Bereshit 2:15). Pero
su
labor era un trabajo de Gan Eden – un trabajo limpio y
fácil. En el
futuro, así será, cuando la tierra se libere de su
maldición – porque en
esencia, no hay nada malo en ello. El trabajar es un honor, como dicen
nuestros
sabios: "Es grandioso el trabajo, que le da honor al trabajador"
(Nedarim 49B). El problema del trabajo, es la enajenación que
puede producirle
a la persona. Cuando la persona trabaja en algo que es contrario a toda
su
aspiración interior, su naturaleza – el trabajo lo arruina.
Ese es un
futuro lejano, todo él amor y hermandad entre las criaturas. Un
futuro en el
que no se cuidará severamente la riqueza particular, sin
codicia, sin
enfermedades. La tierra entregará su bendición, y
será como un Gan Eden.
El año de Shmita, es un destello de ese futuro – como el
Shabat
es un destello del mundo venidero (Shabat 57B).
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¿Cómo
vencerlo?
Rav
Shlomo Aviner
Pregunta: ¿Qué debe hacer el
hombre para superar su Ietzer, sus malas tendencias?
Respuesta:
Esa es una pregunta
difícil. En primer lugar, el principio esencial de la lucha es:
“Conoce a tu
enemigo”. Es una cuestión compleja acerca de la cual D’s le dio
al Primer
Hombre un consejo en su advertencia a la serpiente: “Dijo el Eterno D’s
a la
serpiente: ‘Porque hiciste esto (es decir, llevó a la mujer a
pecar) maldita
seas tú entre todos los animales y entre toda bestia del campo;
sobre tu
vientre andarás, y polvo comerás todos los días de
tu vida. Odio pondré entre
ti y la mujer; entre tu simiente y su simiente; ella te
pisoteará la cabeza, y
tú le herirás el talón’” (Bereshit, 3:14-15). Si
la serpiente, es decir, el Ietzer
HaRra (la tendencia al mal), toma al hombre por su talón,
éste no podrá
liberarse. El hombre tiene sólo una salida: Pisotearle la
cabeza. Si atrapa o
golpea cualquier otra parte de la serpiente, ésta logrará
contornearse y
morderlo.
¿Qué significado tiene
la expresión “pisotear la cabeza de
la
serpiente”? El Mahara”l de Praga (Netivot Olam, Netiv Koaj
Haietzer) y Rabí
Jaim Vital (Derej Jaim) explican así: “Es necesario golpear al
instinto del mal
de inmediato, en cuanto aparece. Cuando atisba por las celosías,
cuando apenas
surge, aún es débil. Se parece a una persona que golpea
suavemente en una
puerta y dice: ‘Soy el Ietzer HaRra’. En ese mismo momento - y de inmediato - hay que pisotearlo”.
Nuestros Sabios
describieron en el Talmud (Suca 52B) el itinerario y la estrategia del Ietzer
HaRra, empleando la parábola de la oveja del pobre del
Profeta Natán
(Shmuel Bet, cap. 12) explicando: “Al comienzo se le llama al Ietzer
HaRra
– ‘paseante’ (halaj), después ‘invitado’ (oreaj) y
finalmente
‘hombre’ (ish)”. Al comienzo, es similar a un paseante que se
encuentra
en el camino. Las miradas se entrecruzan y ambos enemigos se contemplan
y
escudriñan. Entonces, hay que dirigir de inmediato la mirada a
otra dirección.
Porque si la mirada se fija, uno puede siempre llegar a preguntarse:
“¿Por qué
no agasajarlo como “invitado”? En realidad, no me comprometo a nada.
Sólo lo
escucharé y es importante dialogar. A fin de cuentas, me
encontraré en mi
propio hogar y allí soy yo quien decide. El Ietzer
parece ser bastante
simpático. Sólo escucharé lo que tiene para
decir”. De este modo, el Ietzer
HaRra se transforma en invitado. A partir de ese momento, todo
está
perdido. Rápidamente, el Ietzer HaRra se transforma en
el dueño de la
situación (ish) y es quien controla todos los asuntos de
la casa. A
partir de entonces, es él quien invita y hace entrar a quien le
parece.
Es por este motivo que
es necesario esquivar de inmediato su mirada. Un poeta gentil
escribió un poema
sobre la desesperación: “La desesperación está
sentada en un banco, vestida de
traje gris y sonríe a todos los paseantes con una sonrisa triste
y desgraciada.
¡No la mires! Pues si miras sus ojos, te verás
atraído por ella y también tú te
sentarás en el banco y sonreirás con una sonrisa
desgraciada a los paseantes.
Entonces, ya no oirás el cantar de los pájaros y la risa
de los niños”.
En cuanto aparece el Ietzer
HaRra, la tendencia al mal, es necesario destruirlo para no dejarse
llevar.
No hay que mantener con él un diálogo de paz ni una
dinámica grupal, grupos de
discusión ni intentar acercarlo, sino exterminarlo de inmediato.
Nuestro país está lleno
de gatos que bien saben luchar contra las serpientes. Ambos enemigos se
encuentran uno frente a otro, casi sin movimiento, pero con enorme
alerta y
tensión. Las posibilidades de la serpiente son infinitas: En
todo lugar donde
muerda al gato lo matará con su veneno. El gato tiene solo una
posibilidad: Asirla
del cuello. De repente, el gato salta y echa sus garras al cuello de la
serpiente.
En la selva también
serpentean boas enormes de varios metros de largo. No obstante, existe
un
pequeño mamífero de nariz larga, de la familia de los
gatos, llamado mangosta,
que se atreve a enfrentarla .La mangosta da un salto y se aferra al
cuello de
la enorme boa. La boa comienza a golpear a la mangosta contra las
piedras, pero
en todo golpe que recibe, ésta se sujeta aún más
fuerte de la boa hasta
matarla. A veces ocurre que el felino
muere en el combate, pero nunca suelta a su presa ni renuncia.
Debemos aprender del
gato cómo luchar contra la serpiente, el Ietzer HaRra.
No debemos
responderle. No hay que dejarse tentar pensando que es necesario un
diálogo y
el acercamiento. El gato, la mangosta, destruye a todo aquel que viene
a
matarlo y a las serpientes recién nacidas. Los más
rápidos son los primeros. Es
esencial golpear con firmeza al Ietzer HaRra antes que
introduzca sus
garras en nosotros mismos.