Edición semanal
Basada en materiales de Majón Meir

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Parashat Matot     24 de Tamuz 5776     No 1079


Rav Ioram Eliahu

¿Quién es rico?
Rav Ioram Eliahu
(reimpresión)

“Y los hijos de Reuben y los hijos de Gad tenían abundante ganado, muy imponente” (Bamidvar 32:1). Y por ello, piden asentarse en la orilla occidental del Iarden. Y cuando Moshé les pregunta: ¿Acaso vuestros hermanos saldrán a luchar y ustedes se quedarán aquí?, ellos contestan “construiremos corrales para nuestro ganado, y poblados para nuestros niños” (Bamidvar 32:16). Al respecto dice el Midrash (Tanjuma 7): “Como dice el versículo ‘el corazón del sabio está a su derecha, y el corazón del necio a su izquierda’ (Kohelet 10:2). ‘El corazón del sabio está a su derecha’, ese es Moshé. Y ‘el corazón del necio a su izquierda’ esos son los hijos de Reuben y los hijos de Gad, que hicieron de lo principal algo secundario y lo secundario lo convirtieron en principal, porque apreciaron sus pertenencias más que a sí mismos”, porque primero mencionan su ganado – "construiremos corrales" – y sólo después hablan de "poblados para nuestros niños". “Les dijo Moshé… preocúpense primero de lo principal, construyan poblados para sus hijos, y después establos para su ganado”. El Midrash agrega que también D’s los criticó, diciéndoles “ustedes aprecian más la riqueza que las vidas, ¡por sus vidas!, no verán abundancia de ello. Como dice el versículo ‘los bienes que se adquieren rápidamente al principio, al final no serán bendecidos’ (Mishlei 20:21). ¿Quién es rico? El que se conforma con lo que posee, como dice el versículo ‘cuando comas el fruto de la labor de tus manos, feliz serás y te irá bien’ (Tehilim 128:2)”. Y es citado más adelante en el Midrash que de momento que apreciaban tanto sus riquezas y se asentaron en la margen occidental, fueron los primeros en ser exiliados (Tanjuma, Matot 5). Y así explicó el Rav Kasher en su libro “Torá Shlemá” el versículo “los bienes que se adquieren rápidamente al principio, al final no serán bendecidos” (Mishlei 20:21) – de momento que ellos tomaron su parte en la tierra primeros, y no esperaron recibirla de D’s, entonces Sanjeriv los exilió primeros.
Y por ello nos enseña el Rav Kuk zt”l (Ein Aya, Shabat Alef, Pág. 101) que se debe definir el concepto auténtico de la riqueza, ¿para qué buen fin existe la riqueza en el mundo? Y explica que “la existencia de la riqueza es para causar satisfacción y tranquilidad, a través de las cuales la persona podrá ocuparse de los pensamientos abstractos, de la Torá y la sabiduría y todo lo bueno”. Entonces, la intención auténtica de la riqueza es alcanzar la satisfacción y tranquilidad a través de ella. “Pero si la riqueza producirá confusión, inconvenientes y distracción a la persona, no es esa la meta de la riqueza… porque la riqueza en sí no es una meta, sino que su influencia en la persona, la tranquilidad y la satisfacción que son consecuencia de ella”.
Si la persona sabe orientar la riqueza y todas las adquisiciones materiales en dirección a un mejor culto a D’s, y la adquisición de los conocimientos abstractos, entonces es una riqueza correcta.
Los grandes sabios de Israel supieron cumplir esa idea - “¿quién es rico? El que se contenta con lo que tiene” - en forma literal. Cuentan que una persona en EE.UU. escuchó acerca del autor del libro “Jafetz Jaim”, su grandeza y sabiduría, y decidió que él debe verlo. Y estaba seguro que si se trata de una persona tan grandiosa, seguramente vive en una gran ciudad, en una lujosa casa. Anduvo por los caminos preguntando dónde vive, hasta que llegó a Radin – un pequeño poblado. Allí se dirigió a la casa del Jafetz Jaim, y cuando entró se quedó totalmente estupefacto de la sencillez que vio. La casa tenía una cama, una silla, una mesa y un pequeño armario. Cuando le preguntó el Jafetz Jaim por qué se extraña tanto, el huésped preguntó: ¿Dónde se encuentran sus muebles? Le contestó con una pregunta: ¿Y dónde se encuentran tus muebles? Respondió el huésped que él es sólo un invitado, y por ello no tiene sus muebles con él. Le contestó el Jafetz Jaim: Yo también soy sólo un huésped en este mundo, y por ello no tengo muebles.
Así habla el que vive lo principal en la vida, y sabe para qué ha llegado a este mundo: No le hace falta para nada la riqueza y el lujo, y se alegra con lo que tiene.
Y así me dijo mi maestro y Rav, el Rav Ioshua Rozen cuando me dispuse a comprar una casa. Le pregunté, ¿qué casa hay que comprar? Y me contestó: Una casa tal que no te sea difícil abandonarla [después de los 120 años] cuando dejes este mundo. Cuando se tiene esa concepción de la vida “la persona se purifica de las manchas morales internas que la abundancia de riqueza puede producir, y sólo entonces se le podrá llamar ‘rico’, porque su riqueza será para su bien” (Ein Aya).
Y nosotros, que nos encontramos en las largas vacaciones, debemos prestar mucha atención a nuestros hijos, porque ahora ellos nos exigen más tiempo y dedicación. Debemos saber también construirles “corrales” y límites que los cuidarán de todo tipo de desgracias que pueden ocurrir en la calle y en los medios de comunicación de todo tipo. Y seremos merecedores de verlos elevarse por el sendero de la Torá, y de esa forma seremos personas felices realmente.


Rav Shlomó Aviner

No desalentarse
Rav Shlomó Aviner

Contó el Gaón (genio del estudio de la Torá), el Rav Jaim Kaniebsky: Hubo una vez un alumno que quería ser admitido a la ieshivá (centro de estudio de la Torá) del Jatam Sofer, y no lo aceptaron porque no sabía nada, ni siquiera leer. Pero el muchacho se empecinó, y finalmente lo aceptaron. Los muchachos le enseñaron el alfabeto, a duras penas entendía, y al otro día lo olvidaba todo. Pero se empecinó, una y otra vez, hasta que finalmente supo el alfabeto. Entonces le empezaron a enseñar el Jumash (Pentateuco), y nuevamente le era muy difícil, pero se empecinó – y lo logró. Y así se esforzó mucho, hasta que lentamente comenzó a entender la Gmará. Finalmente, después de decenas de años de estudio, se convirtió en un gran talmid jajam (erudito del estudio de la Torá) y dirigente de una importante comunidad.
También contó que había una vez un alumno de ieshivá poco sagaz, que ni siquiera lograba entender la relación de las palabras en las oraciones – pero se empecinó, se esforzó y tuvo éxito.
También contó que dos muchachos estudiaban juntos en la ieshivá, uno sagaz y otro poco sagaz, de forma que el primero era conceptuado como el Rav del segundo. Pero después de varios años de estudio la situación se invirtió, cuando el segundo se hizo el Rav del primero, porque el poco sagaz invirtió esfuerzo, mientras que el más sagaz no.
El Gaón, el Rav Aharon Iehudá Leib Shtainman recordó que el anciano Hilel tenía 80 discípulos, cuando el más pequeño de ellos era Rabí Iojanan Ben Zakai (Baba Batra 134A). Y finalmente condujo a su generación en la Torá. Y así también es con el que invierte esfuerzos.
Y también contó respecto al Netzi”v (Rav Naftali Tzvi Iehudá) que no era talentoso en su juventud, y perdieron las esperanzas con él, pero él se encerró en su estudio durante 25 años hasta que se hizo un gran Gaón (KeAyal Taarog 89).
Y contó el Gaón, el Rav Shlomo Grosberd que en la ieshivá de Grodna había un muchacho que no lograba entender nada, pero se esforzó con gran perseverancia, y finalmente se convirtió en un talmid jajam y Rav de una comunidad (KeAyal Taarog 89).
El Gaón, el Rav Shmuel Vozner autor del libro Shevet HaLevi estudió en la ieshivá de los sabios de Lublin, no siempre lo entendió todo, pero estudió con gran perseverancia, también hasta muy tarde en la noche, en su esfuerzo por entender. Una vez escuchó una conversación entre dos muchachos: Dijo uno, ¡seguro que el que sea más brillante en nuestra ieshivá será el Rav de Lodz! El otro agregó: Y también me está claro que de Shmuel Vozner no saldrá nada, sino que un artesano que fija horas de estudio de la Torá. Es cierto, dijo el primero, duele el corazón, pero fue un error que lo aceptasen en la ieshivá. Es una pena que ese muchacho no entiende cuál es su lugar y se marcha. Si, dijo el otro, es cierto que se esfuerza con perseverancia, pero no tiene chance.
Ellos no sabían que él estaba del otro lado de la esquina, escuchando cada palabra y doliéndole en su corazón. Sumergió su rostro en la Gmará, para esconder su vergüenza - pero no se rindió. Tomó su cuaderno de estudios y escribió: “Shmuel HaLevi Vozner, el Rav de Lodz”. Y así acostumbró a firmar desde ese entonces - por supuesto, sin que la gente lo sepa. Y así se reforzó a sí mismo frente a las tentaciones del Ietzer HaRra (mal instinto) que quería hacerle perder las esperanzas. Finalmente no fue el Rav de Lodz, sino que de Zijron Meir, un gran Gaón y un gran posek (sabio que determina la halajá. Bedarko 91)…