Edición semanal
Basada en materiales de Majón Meir

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Parashat Vaieji     12 de Tevet 5775     No 1000


Rav Eial Vered

El final y el principio
Rav Eial Vered

El final del libro Bereshit (Génesis) nos pasa de un salto de la dimensión de “familia” a la dimensión de “pueblo”.
Y un momento antes de pasar a esa dimensión es necesario atar varios cabos que quedaron abiertos.

La Parashá Vaieji - que sella el libro Bereshit - es como un espejo de la Parashá Bereshit, y corrige todo lo que fue deteriorado allí.
Lo primero, es la hermandad. En la Parashá Bereshit es cuestionada la terrible pregunta “¿acaso soy el cuidador de mi hermano?” (Bereshit 4:9). Una pregunta que encierra una mentira y un engaño de D’s, como si así fuese, una pregunta que intenta esconder una acción terrible, de una persona que asesinó a su propio hermano.
En la Parashá Vaieji encontramos la respuesta a esa pregunta: ¡Soy el cuidador de mi hermano! Iosef es el cuidador de sus hermanos, y antes Iehudá tomo responsabilidad por Binyamin - todos son cuidadores de todos, y los defienden. La hermandad que fue deteriorada vuelve a sí misma.
Tal parece que Iaacov es consciente de todo ello, y por ello no teme generar una situación que en otras circunstancias y momento podrían haber creado una desgracia no pequeña. Iaacov, frente a los estupefactos ojos de Iosef, prefiere a Efraim frente a Menashe. Iosef, que él mismo sufrió lo que puede producir una predilección de ese tipo, intenta correr las manos de su padre, físicamente.
Pero Iaacov sabe lo que Iosef no sabe: “Lo sé, mi hijo, lo sé… pero su hermano menor será más grande que él” (Bereshit 48:19). A pesar que crecerá, permanecerán hermanos. La hermandad no será estropeada. Y así ocurrirá realmente en la época de Guidón, de la tribu de Menashe, que cuidará la hermandad para con sus hermanos de la tribu de Efraim, “¿acaso no valen más los residuos de la cosecha de Efraim que los viñedos de Aviezer?” (Shoftim 8:2).
También las bendiciones de las tribus, que incluyen reprimendas y relevo de papeles, Iaacov lo hace en presencia de todos, y no hay quién proteste.
La hermandad corrige. Iosef, que intenta convence a sus hermanos que no tiene intenciones de hacerles ningún daño les dice “¿acaso hay alguna persona que mata a su hermano?” – y realmente, lo hubo. Pero la hermandad fue corregida.
La segunda corrección es el agradecimiento. La Parashá de Bereshit está colmada de ingratitud. El Primer Hombre para con su D’s, el Primer Hombre para con su mujer, no es reconocida la bondad que le fue concedida. Y todo, toda la abundancia que desciende al mundo depende de la persona que debe reconocer y ser agradecido, ya que no hay lluvia mientras que no hay “un hombre para trabajar la tierra” (Bereshit 2:5).
En contraste, la Parashá Vaieji está colmada de agradecimiento, por encima de todo. Los hermanos agradecen a Iosef, e incluso les resulta difícil creer que se hacen acreedores de esa actitud por parte de él, “quizás Iosef nos guarde rencor” (Bereshit 50:15). La interpretación sencilla de la palabra “quizás”, es que “ojalá”. Ojalá Iosef nos odie un poco, nos muestre un poco de rencor. Es tan natural en esa situación. No puede ser, hasta tal punto llega Iosef. Pero realmente es hasta tal punto…
En forma extraña, también Iosef les agradece a sus hermanos. “Hasta que ustedes llegaron, murmuraban que yo soy un esclavo liberado, y gracias a ustedes todos saben que soy una persona libre…”.
Pero no solo dentro de la Casa de Iaacov hay agradecimiento. También Egipto le agradece a Iaacov y llora por su muerte 40 días.
Y luego también le hacen un funeral. Eso es todo el tema del funeral, agradecerle al difunto. Ellos reconocen el valor de Iaacov, saben por mérito de quién cesó el hambre. El agradecimiento toma su lugar nuevamente, y cuando vuelva a desaparecer, el versículo se empeñará en hacerlo notar “se levantó un nuevo rey en Egipto, que no conocía a Iosef” (Shmot 1:8).
Lo tercero, es la sensibilidad. Parashá Bereshit concluye con una humanidad que está ocupada en tomar y no entregar. Cada uno está ocupado tomando para sí mismo. No le interesa en absoluto qué le falta a su prójimo: Lo que le interesa es qué podrá tomar de su prójimo.
Mientras que en nuestra Parashá, cuando los pueblos de Knaan ven el funeral de los egipcios, eso les toca el corazón, la carencia de la nación egipcia, su sufrimiento, le importa a los pueblos de Knaan, “un luto pesado para Egipto” (Bereshit 50:11) y ellos incluso llaman al lugar de acuerdo al episodio, “Luto de Egipto”.
Pero tal parece que el corregimiento más grande de todos, es el de la muerte. Parashá
Bereshit nos encontró con la muerte. Mientras que Parashá Vaieji, ya desde su nombre mismo, nos enseña que existe una victoria sobre la muerte.
Esa victoria tiene su expresión en la determinación de la Gmará: “Dijo Rabí Najman, nuestro patriarca Iaacov no murió”. Así no más, sin preámbulos. Si se quiere expresar una idea que habla de la continuidad, del espíritu, se la puede formular en forma menos punzante. Pero Rabí Najman, a propósito, dice algo fabuloso: ¡No murió! La Gmará por supuesto pregunta - ¿dónde está la realidad? Lo enterraron, lo lloraron, lo momificaron…
La respuesta que nos da la Gmará es que “muerte” no es la terminación del cuerpo. Muerte es el término de la idea que la persona que vivía llevaba consigo en su vida.
En las generaciones de Parashá Bereshit y el comienzo de la humanidad cada generación refutaba la generación anterior. No hay continuidad. Comienza con Kain y Hevel, que lesionan la continuidad del Primer Hombre en forma severa, continúa con Lemej, y luego con Jam que se revela frente a Noaj. Hasta Avraham, que se revela frente a su padre.
A partir de Iaacov y en más, la idea continuará, con plenitud, en todo su esplendor. “Escucha, Israel, el Eterno es nuestro D’s, el Eterno es uno” (Dvarim 6:4). Según la interpretación sencilla. Iaacov, Israel, escucha que su idea, de la casa de su padre, de la familia que está a punto de convertirse en pueblo y descubrirle a la humanidad su auténtico creador, esa idea continuará como la columna de fuego a lo largo de los años de la historia. Nuestro patriarca Iaacov no murió.
Esa vida, se aferra de la letra “vav” que une, “y estos son los nombres de los Hijos de Israel” (Shmot 1:1). Hay un vínculo con el libro anterior, con la idea anterior [la letra “vav” en hebreo, es “y”. El libro Shmot comienza diciendo “y estos son…”, unido con el final del libro anterior. N. del T.]. Hay libros donde dicen que en vez de “y estos son los nombres” hay que leer “y estas son las almas”. Es un relato de almas, no de cuerpos. El cuerpo es sólo un estuche, que a veces es cambiado, pero la esencia permanece, y ella es el alma.

Parashá Vaieji corrige todas esas averías que quedaron sin solución desde la Parashá Bereshit, y de esa forma, cuando el nivel de “familia” llega a su lugar correcto, se abre el camino al nivel de “pueblo” que se revelará. Tenía razón el malvado Paró (El Faraón) – “he aquí que el pueblo de los Hijos de Israel es más numeroso y más poderoso que nosotros” (Shmot 1:9). 

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Rav Shlomó Aviner

El fin no justifica los medios
Rav Shlomó Aviner

Pregunta: ¿Acaso hay que cumplir las mitzvot de la Torá a todo precio? ¿Incluso si para cumplirlas debemos cometer pecados por el camino?
Respuesta: El Señor del Universo no desea que cumplamos una mitzva si para alcanzarla debemos realizar actos negativos. Si nos es imposible cumplir el precepto sin cometer una transgresión, D’s renuncia a esa mitzva.
Bienaventurado es quien cumple la mitzva del Lulav, pero no con un Lulav robado: “Porque yo, el Señor, amo la justicia; aborrezco la rapiña y la injusticia…” (Ishaya 61:8). Nuestros sabios comentan: “Incluso para ofrecer un sacrificio de Olá ante D’s, no se debe robar” (Suca 30). El Talmud agrega: “Esto es similar a un rey que pasaba por la aduana. Le dijo a sus siervos: ‘Den este dinero a los cobradores de impuestos’. Le dijeron: ‘¿Acaso todo el dinero de los impuestos no es vuestro?’ El rey les dijo: ‘De mi aprenderán todos los que pasan a no evadir el pago de los impuestos’. Asimismo, D’s dijo: ‘Porque yo, el Señor, … aborrezco la rapiña y la injusticia’. Mis hijos aprenderán de mí y se alejarán del robo” (Suca 30).
Ni siquiera para cumplir una mitzva para el Rey de los Reyes está permitido robar - ni para construir sinagogas ni casas de estudio, ni para mantener ieshivot o Talmudei Torá. Si conservamos esas normas, entonces todos aprenderán y verán como obvio que no hay que robar.
En el Talmud Ierushalmi figura una alegoría aún más fuerte: “Un hombre trajo un presente al rey, pero el soberano descubrió que era un objeto que le habían robado a él mismo. Desgraciado el hombre cuyo defensor se ha transformado en acusador” (Ierushalmi, Suca cap. 3). Un  precepto producto de la transgresión no sólo que ya no es tal sino que en sí se transforma en pecado.
Rabí Moshé Jaim Luzzato recalca que el cumplimiento de las mitzvot a cuenta del tiempo de trabajo también es considerado como un robo y no es aceptado por D’s. “Incluso si alguien cumplió una mitzva durante su trabajo, no le será atribuida como un acto justo, sino como una transgresión. No hay pecado que pueda ser mitzva. Como  está escrito: “Porque yo, el Señor, … aborrezco la rapiña y la injusticia”. Acerca de este mismo tema dijeron los sabios: “Si alguien robó una medida de trigo, la molió e hizo pan, y luego recita la bendición sobre el pan; no está bendiciendo a D’s, sino que por el contrario, lo blasfema; como está escrito: ‘Porque el inicuo se jacta de la ambición de su alma, y se gloría el despojador, despreciando al Señor’ (Tehilim 10:3)” (Baba Kama 94). Al respecto está escrito: “Desgraciado el hombre cuyo defensor se ha transformado en acusador”. Este enfoque es confirmado por las normas determinadas por nuestros sabios acerca de un Lulav robado.
Lo que se dice acerca del cumplimiento de mitzvot en el tiempo de trabajo es lógico. Después de todo, si el hurto de un objeto es considerado robo, por consiguiente, el robo del tiempo también lo es. Así como quien roba un objeto y realiza una mitzva ‘su defensor se transforma en acusador’; también quien roba tiempo y lo emplea para cumplir un precepto, ‘su defensor se transforma en acusador’. D’s no desea más que honradez” (Mesilat Iesharim Cap.11).
Antes de cada comida o rezo hay que hacer netilat iadaim (lavado de las manos). Del mismo modo, antes de realizar todo acto de santidad debemos estar seguros que nuestras manos están limpias. El Rav Kuk escribe: “Una persona debe asegurarse que sus objetivos son santos y puros, y que los medios que empleará para alcanzarlos también son santos y puros” (Olat Reaya Bet 257).
Escribe además: “Hay cosas que son buenas y santas, pero que los motivos que las mantienen en el mundo son negativos, como por ejemplo, la debilidad, la mentira, la maldad, que a veces pueden apoyar principios buenos tales como la vergüenza, la modestia, la fe. Sin embargo, así como la bondad que reciben los justos de los malos es para ellos maldad, también la bondad que recibe los fundamentos buenos y de santidad de lo malo y lo impuro produce muchos males.
Y la luz de la redención iluminará realmente sólo cuando se hayan destruido todos los fundamentos negativos, mismo aquellos que sostienen lo bueno y lo sagrado.
A pesar del sufrimiento que será provocado al bien, a lo santo y a la fe, al debilitarse, esta degradación y caída constituirán en realidad una elevación y una esperanza.
Cuando se logre la descomposición completa de esos cimientos negativos, surgirá de inmediato una luz resplandeciente de la santidad, en base a los fundamentos sanos del conocimiento, la sabiduría, la fuerza, la belleza, la eternidad y el esplendor. De este modo, será establecido el reino de D’s, en todos los mundos, para que su luz sublime y su bondad aparezcan en el fin de los tiempos. Este será el cumplimiento del pacto fiel y eterno de D’s con David que nunca será anulado: “Yo haré con vosotros pacto eterno, el de las misericordias prometidas a David” (Ishaya 55:5).