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Apoyado en su bastón
Rav Azriel Ariel
 (Beahava Ubeemuna No604)

Muy bien hizo la organización “BeMaagalei Tzedek” que eligió el shabat en que se lee Parashat Mishpatim como el momento apropiado para tratar el tema de la justicia en la sociedad. Y este año se centra en el doloroso tema del lugar de los inválidos en la sociedad en la que vivimos. Y en este artículo intentaremos hablar de la cuestión básica: Acaso la preocupación por el inválido es un asunto de “justicia” o de “caridad”?.
La Torá, en la Parashá de esta semana, hace responsable del inválido al que lo lesionó: “Si se levantare y anduviere afuera apoyado en su bastón, será libre [de pena de muerte] aquel que lo hirió, sólo le pagará el tiempo perdido, y hará que lo curen completamente” (Shmot 21:19). El que lo hirió, debe pagarle nezek, tzaar, ripui, shebet y boshet (cinco tipos distintos de multa). Pero con eso no alcanza para solucionar todos los problemas del inválido: El nezek (daño) que debe pagarle no alcanza para compensar la capacidad de trabajo que perdió. El shebet (cesado de trabajo) que debe pagarle se limita sólo al período en que se recupera de su lesión - pero no para el resto de su vida. Es muy probable que si el que lo hirió desea hacer lo correcto – y no solamente cumplir con la obligación formal que el juzgado le impone – deberá pagarle mucho más. Pero cuando el versículo limita su responsabilidad – diciendo “sólo le pagará…” – nos enseña que no se lo obliga a solucionar todos los problemas que surgen a raíz de la lesión, incluso cuando el agresor es culpable de ello. Y por supuesto que no se le impone una obligación legal o formal de ese tipo a la sociedad en general. Y quizás podemos decir que la Torá nos invita a ver la calidad de vida del inválido como un desafío conjunto de ambos: El que produjo el daño – que lleva la responsabilidad formal – y también la sociedad – que lleva la responsabilidad moral, informal. Y quizás eso es insinuado por nuestros sabios, cuando no interpretaron la expresión “apoyado en su bastón” en forma textual, sino que dijeron que se está hablando en caso que se levanta y se pasea “valiéndose por sí mismo”. Y con eso quieren decir que también cuando vemos a alguien que logra andar apoyado en su bastón, se está valiendo de por sí mismo.
La responsabilidad de la sociedad - preocuparse por los inválidos dentro de ella - no se encuentra en el plano de la “justicia”, sino que sobre todo en el plano de la “rectitud”. La responsabilidad de la sociedad por los inválidos no parte de los “derechos” de estos – como se acostumbra a pensar en la sociedad moderna – sino que de la “hermandad”. La mitzva de la limosna, por ejemplo, no tiene por cometido generar una igualdad en el plano económico de todos los integrantes de la sociedad, ni tampoco expresar la compasión de la persona sana y rica por el que no tuvo mucha suerte. La mitzva de la limosna expresa el sentimiento de hermandad entre el que dona y el que recibe: “Si prestares dinero al pobre de entre Mi pueblo que habita contigo…” (Shmot 22:24) – nos ordena la Torá. La cuestión de los derechos es en esencia universal, y no diferencia entre personas de un pueblo u otro, entre el que está cercano (desde el punto de vista familiar, social o incluso
físico) o el que se encuentra lejano. La compasión tampoco diferencia mucho entre una persona u otra, y es motivada sobre todo por la intensidad del sufrimiento que es puesto en evidencia. Pero la hermandad depende mucho de la cercanía personal entre el que entrega y el que recibe (como nos enseñan las reglas, “tus pobres anteceden”, “los pobres de tu ciudad anteceden”, etc.), y en base a ella es mucho más fácil establecer cierta comunicación, que permita determinar el tipo y estilo de entrega adecuado.
De acuerdo a ello, podremos definir de otra forma nuestra responsabilidad para con los inválidos que viven con nosotros. Si partimos del punto de vista de los derechos, será natural entonces que todo dueño de negocio o propiedad esté obligado a facilitarle el acceso a los inválidos. Pero si partimos del punto de vista de la hermandad - si bien es cierto que debemos posibilitarle el acceso al inválido
, por qué justamente el dueño es el encargado de ello?. Si la familia cercana del inválido tiene los medios, y pueden participar en la construcción de una rampa, por ejemplo, será más correcto que ellos tomen parte de la responsabilidad. También la comunidad en la que vive el inválido debe ser solidaria, y garantizar el acceso del inválido según las posibilidades a su alcance. Y si tampoco la comunidad puede ayudar a “los pobres de tu ciudad”, lo correcto será que la “gran comunidad” – el estado, que actúa como quien se preocupa también de los pobres de otra ciudad – llegue a socorrerlo. El dueño del negocio no tiene la obligación de tomar más responsabilidad por la comodidad de los inválidos que los demás!. Pero en muchos casos su preocupación en las fases de la programación y la construcción le permitirán hacer para con ellos una gran bondad, con una pequeña inversión – y todos debemos alentarlo a ello.
Una consecuencia de todo eso es que el centro de gravedad de la responsabilidad social debe ser depositada en todas y cada una de las personas que la componen - y no sobre el sistema o los dueños de los negocios: Entre otras cosas, se puede dar prioridad a la compra en lugares que se preocupan por proporcionarle acceso al inválido. Como fieles hermanos, todos debemos ser concientes y tener presente l
os difíciles y complejos problemas a los que nuestros hermanos inválidos deben hacerle frente en el desafío de la vida. Y en base a ello, cada uno de nosotros debe verse a sí mismo como responsable en forma personal de darles sostén, calidez y amor, y proporcionarles una calidad de vida lo más alta posible. Una calidad de vida que ellos se merecen - sin dudas! - como amadas personas que fueron creadas a “imagen y semejanza Divina”.