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"Quién puede extraer puro de impuro?"
Rav Itiel Ariel
(Beahavá Ubeemuná No507)

En nuestras Parashot se habla de la impureza y la pureza; desde la impureza de los alimentos prohibidos hasta la impureza del cuerpo, como la mujer que ha dado a luz y el leproso. De momento que en nuestra época no somos lo suficientemente versados en esas halajot, a veces nos resulta difícil entender las pautas y las leyes que rigen los minuciosos detalles de ellas. Pero en realidad el Seder Taharot [uno de los seis Ordenes de la Mishná. N. del T.] - cuyas fuentes se encuentran en estas Parashot - determina reglas muy claras y precisas en cuanto a las diversas fuentes de impureza y su gravedad, y de la forma de purificarse de ellas. Y también el tema de la lepra se encuentra en ese marco de reglas concisas, según las que se determina cuáles son los síntomas de impureza y cuales lo son de pureza, cuales de ellos absolutos que determinan que se trata de un "metzorá mujlat" (definitivamente leproso) y cuales no son suficientes para determinar su situación, y es considerado un "metzorá musgar" (leproso que debe continuar encerrado hasta que sea determinada su situación).
Y por ejemplo: Un pelo blanco en la llaga, que surge en la mancha lustrosa blanca es un síntoma absoluto de impureza, mientras que un pelo negro que surgió en ella es un síntoma de pureza. Y hay situaciones determinadas en que esos síntomas no son suficientes para determinar en forma clara si es impuro o no, y es necesario encerrar al leproso para determinar su situación en el futuro.
Pero existe un caso de lepra extraordinario, en el que esos síntomas de impureza son considerados justamente síntomas de pureza. De acuerdo a las reglas que mencionamos anteriormente, cuando el aspecto de la mancha es blanco y se extiende en la piel es una razón para considerarlo impuro, y a pesar de ello cuando la lepra cubre toda su piel, en ese caso extraordinario - "se ha vuelto todo blanco, él es puro" (Vaikrá 13:13). Y eso merece una explicación.
Esa excepción a la regla nos obliga a recalcar que los síntomas de impureza no impurifican en sí, y por ello no nos debe sorprender que sea distinto el síntoma que vemos con los ojos - como si fuese sumamente impuro - de su verdadera situación, que es determinada por causas que D's sabe, como les dijo Rabí Iojanan a sus discípulos: "Sepan, que no es el muerto el que impurifica y no son las aguas las que purifican, sino que quien dijo y el mundo fue creado" (Midrash Raba, Jukat). Pero eso mismo es contradictorio; cuál es el significado de ese síntoma de pureza - que parece ser totalmente contradictorio a los otros síntomas de impureza, que dependen de la apariencia blanca de la llaga y su difusión en la piel?.
Citaremos dos explicaciones contrarias que fueron dichas al respecto por el Rav y su discípulo, a pesar que en realidad no son contradictorias sino que complementarias. El autor del comentario "Haamek Davar" (allí) explicó que la pureza de ese leproso es consecuencia de su carencia: Su pecado es tan severo, que el proceso de purificación normal no puede auxiliarlo, y por ello es superfluo impurificarlo. Ya que la lepra, en general, tienen por objetivo incitar a la persona a arrepentirse de sus malas acciones, pero no a quien no es merecedor de ello. En su opinión, una persona cuya vergüenza es sabida y conocida por todos no puede arrepentirse, y de esa forma es puesto en evidencia hasta qué punto él no es merecedor de ser amonestado y sermoneado. Y cuando se arrepienta de su pecado luego de haber sido castigado, le impedirán del cielo un arrepentimiento sincero. Y por ello la Torá menciona dos veces ese caso, para insinuar que se trata de quien dice "pecaré, y luego me arrepentiré".
En contraste, su discípulo, el Rav Kuk (Maamarei HaReayá, pág. 99) explica lo contrario: Ese leproso es considerado puro justamente por su grandeza y su capacidad de utilizar sus fuerzas con las que hizo el mal e impurificó para rendirle culto a D's encausándolas en dirección del bien y la kdushá (santidad). También él coincide en que el pecador se ha sumergido en el grosero materialismo hasta tal punto que no es posible incitarlo a aceptar sermones o amonestaciones como es acostumbrado, pero eso justamente nos da la pauta que debe ser purificado sin recurrir a los procesos de purificación acostumbrados con los demás leprosos. En su opinión, ese leproso representa la generación de "los talones del Meshiaj (Redentor)", cuyo anhelo por los mundos de la kdushá (santidad) y la pureza nos es desconocido, y surca por lo más profundo del materialismo, del pecado y la impureza.
Según su concepción, debemos profundizar más aún en la esencia misma de la impureza y la pureza, y no sólo que no dependen necesariamente de los síntomas externos, sino que a veces la pureza se revela justamente en donde hay impureza. Y por ello debemos volver a estudiar y repetir que "no es el muerto el que impurifica y no son las aguas las que purifican, sino que quien dijo y el mundo fue creado".