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"Y tropezarán los unos contra los otros"
Rav Azriel Ariel
(Beahavá Ubeemuná No514)

"Y en cuanto a los que quedaren de vosotros, infundiré temor en sus corazones en la tierra de sus enemigos, de modo que los ponga en fuga el ruido de una hoja que vuela, y huirán como quien huye de la espada, y caerán sin que nadie los persiga. Y tropezarán los unos contra los otros, como si huyeran de delante de la espada, aunque nadie los persiga, y no podréis resistir delante de vuestros enemigos. Y pereceréis en medio de las naciones, y os consumirá la tierra de vuestros enemigos" (Vaikrá 26:36-38).
De esa forma describe D's la difícil situación anímica del pueblo que se encuentra en la galut (exilio).
"Y en cuanto a los que quedaren de vosotros, infundiré temor en sus corazones en la tierra de sus enemigos, de modo que los ponga en fuga el ruido de una hoja que vuela". La condenación de la galut rige el ánimo del pueblo. El terror se apodera de la persona, no sólo como una reacción natural frente a un peligro palpable, sino que también como una reacción anti-natural frente a peligros imaginarios. El ruido de una hoja que es agitada por el viento le parece como el ruido ensordecedor de un poderoso ejército. La imaginación le presenta peligros lejanos como si fuesen muy palpables, y eso genera una huida desorganizada frente a un perseguidor que en realidad no existe. "Y huirán como quien huye de la espada, y caerán sin que nadie los persiga".
Esa alucinación, que sin ninguna base real sólida le hace imaginar terribles peligros, influye en el plano interno, en las relaciones personales dentro del pueblo. El peligro imaginario es distinto del real: Frente a un enemigo real, el pueblo se une para luchar todos juntos. Está claro quién es el enemigo, es posible averiguar por dónde ataca, y decidir cómo defenderse. Pero, qué ocurre cuando el peligro que amenaza la existencia se encuentra en la imaginación de cada uno?. Qué sucede cuando cada uno identifica el peligro en otro flanco, y piensa que el refugio se encuentra justamente en el lugar que su compañero considera como el más peligroso?. Entonces, el pueblo se divide en fracciones. Cada fracción opera en dirección distinta y opuesta, cada una entorpece los esfuerzos de la otra para salvarse del peligro que ella ve. "Y tropezarán los unos contra los otros, como si huyeran de delante de la espada", pero como hemos dicho, "aunque nadie los persiga", porque el peligro existe sólo en la efervescente imaginación de cada uno.
Pero entonces, surge un peligro auténtico: "Y no podréis resistir delante de vuestros enemigos". Qué posibilidad tiene un pueblo de hacerle frente a un enemigo externo, cuando se está devorando a sí mismo?. Qué posibilidad tendrá de mantenerse erguido frente a la maquinaria propagandista de los enemigos, que los atacan aprovechando toda ocasión periodística?.
La consecuencia nefasta de ese proceso no tarda en llegar: "Y pereceréis en medio de las naciones". No se trata de una exterminación física - D's no lo permita! - porque nos fue prometido que "mas ni aun por todo esto, estando ellos en la tierra de sus enemigos, no los habré desechado, ni los habré detestado, de manera que los destruyera..." (Vaikrá 26:44), sino que se trata del plano anímico y de su prestigio frente a los otros pueblos. En el plano anímico, dice Rashi: "Cuando estéis dispersos, cada uno sentirá la falta del otro". Cada uno descubrirá que su compañero - con el que discrepaba en cuanto a la salvación del pueblo - le hace falta, y en realidad no puede seguir existiendo sin él. Y en el aspecto externo, ustedes ya no serán relevantes, "errante como oveja perdida" (Tehilim 119:176) - así comentan el Netzi"v y Rasha"r Hirsh - hasta tal punto que "os consumirá la tierra de vuestros enemigos".
Esa dura visión, describe la maldición de la galut, en la que nos encontramos perdidos entre los otros pueblos y la tierra de nuestros enemigos nos devora. Pero cuando regresamos a nuestra tierra, la situación es totalmente distinta. En la vida de la galut no tenemos metas nacionales. Todo nuestro cometido es sólo uno: Subsistir, hasta que llegue el momento de nuestra gueulá (Redención). En esa difícil situación, no actuamos en base a metas positivas algunas, y sólo nos ocupamos de inhabilitar el peligro evidente, o el imaginario. En consecuencia, el sentimiento que reina en la vida, es el temor y el recelo de los peligros de existencia. Con el regreso a nuestra tierra, cuando salimos de la esclavitud a la libertad - podemos actuar en base a nuestro gran cometido para el que fuimos creados, un cometido que sólo puede plasmarse a través de un pueblo soberano que vive en su tierra. Y cuando hay elevadas metas positivas que nos esforzamos por forjar - metas que para cumplirlas vale la pena esforzarse continuamente y enfrentar dificultades, sufrir e incluso exponerse al peligro - no es el temor el que dirige nuestra vida. "Un pueblo eterno no le teme a un largo camino". En esa situación, sentimos dentro de nosotros otros sentimientos: Esperanza y fe, e incluso alegría y regocijo de creatividad, a pesar de todas las dificultades. Esas grandes aspiraciones no generan segregación ni desconexión, sino que una profunda unión y conexión, también cuando hay discusiones en cuanto a su definición y el camino a seguir para su realización. Esos elevados sentimientos no hacen florecer enojo y odio mutuo, sino que paciencia y un profundo sentimiento de pertenencia.
Por ello, concluye la Torá el episodio de las maldiciones con las palabras de la gueulá, que nos describen la elevada y encumbrada meta por la que nosotros vivimos y existimos desde siempre: "Me acordaré a favor de ellos del pacto con sus antepasados, a quienes saqué de la tierra de Egipto, a vista de las naciones para ser su D's, Yo soy el Eterno" (Vaikrá 26:45).