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Y luchó Iaacov solo
Rav Azriel Ariel
(Beahavá Ubeemuná No543)

La lucha de Iaacov con el ángel constituye el modelo de muchas contiendas en las que el atacado se encuentra solo frente a un agresor más fuerte que él, que acomete sin motivo alguno. Intentaremos aprender de la contienda de Iaacov, para saber algo más respecto a las otras contiendas, similares o distintas.
Por la noche, Iaacov cruza el río Iabok. Unas pequeñas vasijas fueron olvidadas en la otra orilla. No las robó ni las adquirió con artimañas - y por ello le son valiosas. Y justamente en ese momento, cuando pretende salvar lo que obtuvo trabajando con rectitud y esfuerzo, llega un personaje anónimo que lo ataca. Iaacov se encuentra solo frente al agresor. Nadie acude a socorrerlo. Nadie sabe lo que está sucediendo. Iaacov tampoco comprende qué falta ha cometido, por qué es atacado. Iaacov se encuentra en esa situación durante muchas horas, en una dura lucha que continúa hasta que raya el alba. Él sabe que su posición defensiva cobrará su precio - pero está dispuesto a pagarlo. Justamente cuando el ángel "vio que no podía con él" - "lo hirió en la coyuntura de su muslo, y se descoyuntó la coyuntura de Iaacov" (Bereshit 32:26). Sólo al rayar el alba es aclarado que Iaacov es el vencedor, y no se despide del ángel hasta que este lo bendice: "No serás llamado más Iaacov, sino que Israel, porque has luchado con un ángel de D's y con hombres, y has vencido" (Bereshit 32:29).
Es acostumbrado interpretar la lucha de Iaacov como un modelo de la subsistencia judía a lo largo de los años de la galut (exilio). Intentamos subsistir, como una ovejita entre setenta lobos. Intentamos ganarnos nuestro sustento con rectitud, entre asesinos y estafadores. Y a pesar de ello, somos atacados una y otra vez.
Es difícil sostener un combate cuando se desconoce su causa. Al respecto, hay variadas opiniones. Hay quienes arguyen que el problema somos nosotros: Nos distanciamos del resto de la sociedad enorgulleciéndonos, o nos asimilamos y mancillamos la pureza de la raza. Somos demasiados ricos, o demasiado exitosos. Somos pobres y dejados. No somos normales. No somos suficientemente morales, o por el contrario, imponemos normas elevadas de moral con nuestro correcto comportamiento. Y más y más explicaciones. El común denominador - es que somos culpables. Los gentiles se comportan con normalidad, y nosotros - con nuestra anormalidad - hacemos recaer sobre nosotros las desgracias. Iaacov, según esa línea de pensamiento, tendría que haberse culpado sólo a sí mismo. Por qué compró la primogenitura, aprovechando el hambre de Esav?. Por qué "robo" las bendiciones?. Por qué se encerró a estudiar en la tienda de Shem?. Por qué recalcó su singularidad?. Por qué se encargó de adquirir el amor de su madre?. Por qué incitó a su hermano Esav enviándole mensajeros?.
En contraste, nuestros sabios nos dicen que el problema son los gentiles: El antisemitismo es una enfermedad de la humanidad. Puede que vista cierta apariencia u otra, pueden encontrarse pretextos diversos y contradictorios, pero el origen del problema es uno: Los gentiles no soportan a Am Israel. "La pauta práctica es que Esav odia a Iaacov". No somos culpables: Los culpables del antisemitismo, son los antisemitas. No tiene sentido intentar caer en gracia, comportarse correctamente a sus ojos, prosternarse o someterse, ganarse su confianza o hacer dolorosas renuncias. Hagamos lo que hagamos, siempre seremos "culpables" y "malos". Debemos cuidar celosamente nuestra identidad y singularidad. Pero también debemos protegernos y garantizar nuestra supervivencia de la mejor forma que esté al alcance de nuestras manos. Esa actitud cobra un precio a corto plazo, pero finalmente será aclarado que ese es el camino para vencer en la lucha, y también los gentiles se adherirán a los que nos bendicen. "Así dice el Eterno, el Redentor de Israel y su Santo, al despreciado de los hombres, al abominado de las naciones, al siervo de los gobernantes [es decir, a Am Israel. N. del T.]: Reyes te verán y se levantarán, príncipes te verán y se postrarán" (Ishaya 49:7).
Es semejante a una mujer que es maltratada por su marido. El agresivo esposo arguye que ella es culpable: No lo respeta suficiente, desatiende a los hijos, no cuida de la casa, malgasta el dinero, se deja estar. Mientras que ella - no puede entender qué es lo que pretenden de ella. Ella se esfuerza tanto por comportarse correctamente, por caer en gracia a sus ojos, renunciar e incluso someterse - y todo ello no tiene resultado. A veces el esposo logra convencerla que ella es la culpable de la situación: Ella comienza a creer realmente que hay algo defectuoso en su personalidad. También se siente sola - y realmente se encuentra sola en su contienda. Lee el salmo "mira a mi diestra y ve, pues no hay quien me quiera conocer" - y continúa "no tengo refugio, no hay quien cuide de mi alma" (Tehilim 142:5). Le es difícil entender que él es el culpable, que es una mala persona. Debe comprender que quizás las dificultades en las relaciones familiares son producto de las equivocaciones de ambos, pero de la violencia es culpable sólo el que es agresivo. Si bien le es difícil reconocer que ella puede cambiar la situación, eso no quiere decir que ella es la culpable. Asumir responsabilidad por su parte en esa situación, será justamente no agachar su cabeza, sino que protegerse y proteger a sus hijos - en forma activa, exigiendo sus derechos. Como nuestro patriarca Iaacov, ella debe hacer despertar el alba, salir de la oscuridad, de la dolorosa soledad, salir a la luz, reclamar el apoyo de la sociedad en forma abierta. Eso lo logrará dirigiéndose a la asistencia social o la policía, o involucrando en el conflicto familiares cercanos, vecinos y amigos que le aclaren a ella y a él que no están solos. Esa lucha defensiva tiene un precio a corto plazo - como Iaacov que fue herido. Pero si actúa de acuerdo a la dirección profesional adecuada, es esa lucha la que puede salvar la salud y el honor de la mujer maltratada, y también la integridad de toda la familia. Y quizás el agresor mismo se adherirá a los que la bendigan, y bendecirá a su mujer por haberlo salvado también a él de unas relaciones corruptas y destructivas. "Una mujer virtuosa, quién la puede hallar?... confía en ella el corazón de su marido, y él no carecerá de botín… dadle del fruto de sus manos, y alábenla en las puertas sus mismas obras!" (Mishlei 31:10-31).